Nada de lírica

02 nov 2019 / 11:36 H.

Cuatro elecciones en cuatro años es una cifra cuadrada, aunque en el conciso argot taurino siempre se recuerda que no hay quinto malo. La esperanza es lo último que se pierde en cualquier tendido de la vida y por unos escaños de más nos vemos en esta tesitura, con resaca electoral. Los partidos políticos tienen esta vez el difícil reto de movilizarnos, sacarnos de nuestro hastío, de nuestra indolencia de tener que ir a votar una vez más con la posibilidad de que, en esta ocasión, acertemos. Preferiríamos no hacerlo, como el del cuento, pero nobleza democrática obliga. A los cabezas de cartel les cabe, por lo tanto, la obligación de combatir la pereza ciudadana y visto que la pegada de carteles no es lo que era, los mítines otro tanto, esperamos, con ansia viva, un “salto de la rana” o un Jesulín de turno y oficio, que nos embargue de emoción y nos levante de nuestros asientos, aunque no le tiremos las bragas, con perdón. El punto de inflexión de campaña será este lunes el único debate electoral que nos llevaremos a la mesa. Determinante, si es verdad que 7 millones de españoles andan dándole vueltas con quién se tomarían la última ronda.

Frente a la desidia movilizadora, Vox saca pecho casi siempre que puede, porque tiene enganchado a una amalgama de votantes que han salido, recientemente, del armario ideológico y no tienen complejos. Ojo, ahora la formación se postula para recoger el voto del socialista “desasistido y abandonado”, Santiago Abascal dixit. Su ideario es básico, ultramontano y para no perder su punto bravucón se apunta también a eso de vetar a medios —aquí fue a la SER— una pose muy soviética eso de señalar al disidente, al medio, al periodista, aunque nada de nueva política, rancia, antediluviana. En esa permanente diatriba que tan buenos resultados da sentirse atacado, venderse como víctima.

Su fórmula, de momento, no da síntomas de estrés y volvió a llenar el Infanta Leonor de Jaén; hubo más gente que en la ópera La Traviata, de Verdi, porque en eso estaremos de acuerdo, siempre son malos tiempos para la lírica. Pablo Casado, esta vez, no está dispuesto a dar el cante y abraza convencido su viaje al centro, deja así campo abierto a la cabalgada por su derecha de Vox. De hecho cabe suponer que no saque del armario al fantasma de las navidades pasadas, un José María Aznar que solo se utiliza en caso de emergencia ideológica. Botón de pánico.

Todos son buenas noticias en la bancada popular, así Facebook, por ejemplo, no cierra las cuentas que difunden bulos favorables al PP. Truco o trato dirá el fabuloso Mark Zuckerberg, que no creó el muro para tener más amigos. Además que levante la mano quien no mete barriga, utiliza filtros o miente al enseñar dientes en sus posados de cada día. Pues en política, igual. De vuelta al centro —paraíso electoral prometido— el viraje del PP, de momento, aunque sea solo en las encuestas le viene bien la convocatoria electoral. Casado, en modo, “El Renacido” de DiCaprio dispuesto a tumbar al oso y vender la piel.

A Ciudadanos, sin embargo, le penaliza sus alambicados cálculos electorales, sus vaivenes, los cambios de escenario, de aliados. De verificarse la caída al averno de la intención de voto, Albert Rivera no podrá mirar a los tendidos. Si ha sido responsable de la creación y ascenso de la marca, también lo será del previsible descalabro electoral que marcan los sondeos. Es lo que tienen los fuertes liderazgos, que no admiten contestación. Pero no solo en la política se buscan las propicias “cabezas de turco” para desviar la atención. Especialistas en sobrevivir a hundimientos, aunque pisen cabezas para mantener la compostura. En eso a Pablo Iglesias hay que reconocerle un máster, en su camino de depuración en Unidas Podemos. Mas debe estar muy satisfecho de cómo caza el galgo en esta persecución a la carrera de votos. Más madera o “Más País”, por ser precisos, no pega los pellizcos de monja suficientes para dañar a la marca “amiga”. En el PSOE, Pedro Sánchez —que es gatuno en eso de tener muchas vidas políticas— apura para movilizar hasta el último voto y que la convocatoria no salga rana. “Ni uno puede quedarse en casa”. De momento, la noche del lunes, aparecerá en la televisión para pedirle, una más, la última, que mañana hay que trabajar...