Lavarse las manos

07 mar 2020 / 12:21 H.

En periodo de penitencia se hacen más llevaderas las cargas, máxime si crees que el más allá será mejor que este presente imperfecto. Mientras en el terreno de la fe se suprimen los besapiés y besamanos por el miedo al contagio, en las arenas movedizas de la política cada cual busca su forma de pisar en tierra estable, pero con el instinto de no perder de vista a la devota militancia por si dejara de creer. Agarrarse al madero de cualquier manera, que otra cosa bien distinta es arrimar el hombro a la causa. Se busca, por lo tanto, el sermón adecuado para contentar, adormecer o amedrentar a la grey. En Jaén, el PP en la travesía de buscar una voz en el desierto, despeja la trinidad orgánica de su presidente, Juan Diego Requena, al abandonar este la alcaldía de Santisteban del Puerto y quedar pendiente, ahora sí, de “centrarse” en sus funciones como diputado nacional y presidente del PP. Otro glosar será si con este tardío movimiento se acallará la disidencia que le mueve la silla desde el primer minuto. Será que no. Atrás queda su inequívoca vocación municipalista, y donde dije digo, digo Diego. En el PSOE jiennense, por su parte, se escriben las escrituras del día después de Susana Díaz. Sin alharacas, como los cristianos antiguos en las catacumbas, pero todo planificado para tener un plan A, B y C. Nuevo y viejo testamento y así caben todas las interpretaciones.

En semana reivindicativa, la educación pública salió a la calle por un necesario impulso vital, ante los parabienes ofrecidos por el consejero Javier Imbroda a una privada que no necesita palio para vender sus bondades, ya que puja en su mercado para dar la oferta fetén que mejor se ajuste al perfil y al bolsillo familiar. La pública, sin embargo, tiene mala prensa, entre otras cosas porque su nivel de exigencia está a la vista de todos y busca una excelencia que no computa en el informe PISA. Los pilares de igualdad de oportunidades sí que deberían ser sacrosantos para el consejero, en lugar de ir haciendo ojitos a terceros.

Sin salir del terreno de las creencias, bien sabía Pedro Sánchez, nuestro presidente insomne, los peligros de la coalición, su penitencia fue verbalizarlo y no hacer acopio de valeriana. Sus malos augurios se hacen cuerpo desde el más allá de la larga mesa ministerial. La mesura del tándem Montero-Iglesias no es uno de sus fuertes y la premura del móvil no es buena consejera cuando se escribe en el Boletín Oficial del Estado. En la misma semana que se oficia una ley de calado, como la de la libertad sexual, se incluye, de oficio, un estrambote estatutario al espíritu de Vistalegre. El quilombo se monta por el asunto, de trazo grueso, del tope salarial de los cargos de Unidas Podemos, al que dan una explicación plausible, pero la carga de profundidad estriba en la posibilidad de alargar los mandatos más allá de los 12 años. La sucesión queda más lejos y el sueño de una estatua tocando el cielo, más cerca. El infierno, no obstante, está aquí al lado. Jugaba en casa el líder, en la Complutense, cuando descabalgó al ser sometido a su propio “test de la casta”. “Vendeobreros” le gritó un grupo de estudiantes y el césar tragó saliva.

En terrenos más cercanos, la enconada defensa de que los concejales perciban salarios mínimos —en la línea que defendía Podemos— tiene otros conversos en las filas del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Linares. Desde Cilu-Linares se apostaba por este “régimen salarial”, con el actual teniente de alcalde Javier Bris a la cabeza, pero al llegar al poder la promesa quedaba en aguas de Twitter. Es el problema de predicar demagogia como principal ropaje argumental, que luego te sueltan la filípica y te quedas en cueros. De momento, nuestra cultura democrática permite estas licencias políticas de faltar a la palabra dada. Lo de lavarse las manos, ahora con más frecuencia por prescripción facultativa, ya lo inventó Pilatos, un artista de la pista en eso de evadir responsabilidades... políticas.