El trayecto de la vergüenza

21 dic 2019 / 11:17 H.

Será esta columna como aquellos días anticipadamente inútiles que escribía el poeta Ángel González. Avisados quedan de esta secuencia de palabras que, ordenadas de otra forma, ya están escritas otras tantas veces. Los servicios de trenes a Jaén; por Jaén; que huyen de Jaén; que esquivan a Jaén y que incumplen con Jaén son una vergüenza. Por norma de estilo, vergüenza no se puede escribir en letras mayúsculas, de ahí la reiteración, pero piense en ella, en la palabra vergüenza, en mayúscula. Coja ímpetu en la diéresis.

Esta es la idea “fuerza” del texto —que dirían los mercaderes de humo— así que a partir de este momento puede dejar de leer, apearse de esta columna a ninguna parte y dedicarse a otros menesteres más provechosos. Si continúa este trayecto de letras, le recomiendo una parada para desfogar con algún improperio del terruño o una blasfemia que recorra el árbol genealógico de Renfe, Adif, el Gobierno central, el periférico, el de casa y de toda una cohorte de palmeros (entre la que nos encontramos) incapaces de dar un golpe en la mesa por una provincia desnortada. Respire profundamente, le dejo su espacio y su asiento.

La paciencia jiennense es una inmensa pradera, en competencia con nuestros parques naturales, y sobre ella se toman fáciles decisiones que sufrimos en nuestras carnes. El tren con salida desde Madrid y llegada, cuando pueda ser, a Jaén, con paradas en toda la estepa castellana, arrancó, es un decir, de la Estación de Atocha, a las 17:20 horas. Poética estación desde la que se reparte el juego ferroviario de España y en la que Jaén tiene billete de tercera división por méritos propios, no le echemos la culpa al campo. Por arte de birlibirloque, con maestría de trileros de la logística, se evaluaron daños y se sustituyó el tren de Media Distancia por otro con menos capacidad de viajeros y menos vagones. Piensen mal y quizá una primera clase de esta España asimétrica requería de un cambio de máquina. A sus pies, lo que ustedes necesiten, faltaría más. La propuesta de viaje hasta el Santo Reino, entonces, mutó a “vintage” y, por el mismo precio, incluía un “viaje con nosotros si quiere gozar” en una cafetera remozada de los brillantes años 70 del pasado siglo. A un paso de dejar un poético surco de vapor y con la Orquesta Mondragón tocando entre el pasaje y Gurruchaga como improvisado e histriónico revisor, es un decir. En concreto, un tren de 1975, tuneado de cierta modernidad, pero con los achaques propios del que no puede esprintar en la San Antón. Un tren al que solo le aguardan servicios entre provincias mientras espera una merecida jubilación, pero que para un trayecto para Jaén vale, todo vale, tragaderas de vía ancha. De esta forma, buena parte del pasaje tuvo que pelear por una plaza donde sentar sus reales posaderas y terminado el juego de la silla, quedó de pie y de piedra ante este viaje por el presente y pasado ferroviario. Estafa estatal esa de vender más asientos que plazas tiene el tren por la que, de momento, no se han producido detenciones, ni dimisiones. Tampoco la Guardia Civil interceptó el convoy para notificar la sanción correspondiente y es que el Estado tiene licencia para no ponerse el cinturón. De pie, tirados por el suelo, que más da, hasta que en la parada de Alcázar de San Juan se despejó el campo de batalla, y los viajeros pudieron retozar en su confortable asiento como si hubieran pagado. Las crónicas no cuentan que hubiera algarada, disturbios, quema de asientos, amenazas... porque el jiennense está “en modo avión”, a la espera de levantarse bravo del asiento, cuando le dé una “ventolera democrática”.

“Pasan trenes nocturnos, subrepticios,

rebosantes de humana mercancía:

manos de obra barata, ejército

vencido por el hambre...

Eran otros tiempos, más convulsos, los que refleja el poeta, pero en cualquier caso el jiennense sigue viajando en tercera, así se junte el cielo con la tierra.