Ciudad sanitaria de Wuhan

08 feb 2020 / 11:35 H.

¡Coño, padre, que nos está amaneciendo al contrario! Amanece que no es poco

Valga la frase como excusa para seguir hablando de Jaén, so pretexto de una película que, aunque rodada en Albacete, territorio hermanado en el olvido y crecido como nosotros a empellones, bien pudiera haberse filmado en estos pagos, donde el surrealismo es tan común como el buen aceite de oliva, extra, virgen y por los suelos. Territorio fértil este para la chanza, la burda zafia y la ironía fina como forma de ir tirando ante la cuesta de la realidad. Mágico terruño donde un fantasma con clase y posibles tiene “suit” reservada en el Parador Nacional de Santa Catalina y donde, a falta de explicaciones más certeras, confiamos nuestras cuitas a santeros de barrio o pedanía y, en ocasiones extremas, ponemos una vela a nuestros políticos de cabecera en unas plegarias que nunca acaban en el BOE. Y, a pesar de todo, somos creyentes, aunque el sol nos amanezca por donde le sale de los cerros. Solo con la sorna militante del autóctono se puede calibrar el efecto que tiene en la ciudadanía la noticia de la construcción de un hospital en el lejano oriente, como si de una leyenda oral se tratara que hubiera surcado los mares y hubiera llegado aquí entre sacos de especias. En la remota Wuhan, cuentan las crónicas, se ha construido un hospital en menos de diez días para luchar contra un virus mortal denominado coronavirus que, en principio, no pretenden exportar. Como las comparaciones son tan odiosas como necesarias, aquí se echan cuentas —como se juega a los chinos— de cuántas ciudades sanitarias hubiera construido este afanoso ejército, con líderes sólidos de estatua, en estos terrenos pantanosos, una vez que en Jaén se anunciara a comienzos de siglo la edificación del megaproyecto. Dicen que la fe mueve montañas, pero a falta de milagros mundanos, las excavadoras también nos valdrían para acometer esa ciudad sanitaria que, de tan manoseada, ha perdido las mayúsculas. Directrices de mando, recursos financieros, al parecer, son fundamentales para que te brote un hospital en cualquier bancal de la huerta. Quizá en la Junta de Andalucía (póngase el logo que corresponda) confiaban en una generación espontánea, una especie de sortilegio político que al quedar escrito y hecha la foto con el plano se convirtiera en realidad. La política de hechiceros, sin embargo, requiere de soporte lisérgico para poder ver esas realidades místicas y, de momento, la Seguridad Social, no las cubre.

En tiempos en los que China está a la vuelta de la pantalla, puede herir la sensibilidad ver el “timelapse” (a cámara rápida de toda la vida) de cómo se ha construido el susodicho centro hospitalario. No se recomienda su visionado a un jiennense desprevenido porque puede provocar convulsiones o ataques epilépticos, no por la gama de colores utilizados, sino por la velocidad sincopada con la que se mueve ese grupo de baile obrero, con grúas empeñadas en un trabajo coral y con funciones también nocturnas, como si de una superficie comercial se tratara. Busquen, no lo encontrarán, un “timelapse” de la construcción del Museo Ibero porque el proyecto de grabación hubiera muerto ante tan costosa producción hollywoodiana.

Si ha llegado a este párrafo —como hacen mi madre y mi vecino lector— comprobará que la querencia por Cuerda y su película vienen de lejos, así que imposible no rematar con una de esas citas antológicas. En este caso, la de un sabio propietario de una barraca de feria, que lamenta, entiendo, su fortuna: “Yo podía haber sido una leyenda o una epopeya, si nos juntamos varios”. Ese es el dilema, si pretendemos seguir esperando junto a la noria, o juntarnos varios y escribir un relato lo más épico posible de las hazañas de esta tierra. Luego, ya discutimos si somos más de Faulkner o Dostoyevski.