del ocho

13 abr 2018 / 09:09 H.

El 8 es un número clave de la historiografía española desde finales del siglo XIX. Desde el Desastre del 98, pasando por el discurso de 1938 de Azaña en Barcelona, cuando reclama “Paz, piedad y perdón”, hasta llegar al pacto de la Constitución de 1978, donde confundimos libertad sin ira y desmemoria histórica, la sombra infinita del 8 sigue proyectándose sobre el problema de España. De cuarenta en cuarenta años, de oca a oca, tirandillo, aquí vamos: a la luz moribunda de otro esperpento. Sí: 2018 no para de vomitarnos zafiedades y desencuentros: los de la familia de nuestro Jefe de Estado, los de las culturas hispánicas cuyos caprichos patrióticos laten fuera del ordenamiento jurídico vigente, los de quienes engordan su currículum vitae académico haciendo con su carrerón político el ridículum mortis, los de una universidad pública donde tampoco faltan cárteles de prevaricadores. Intelectuales todos y todas, basta ya de juguecitos literarios, están rotos: la precariedad moral de nuestra democracia clánica, asimétrica y nada republicana, cada día más orgánica y posfranquista, se nos derrumba como el casco viejo de Jaén capital, otro paraíso desahuciado al que amenazan la cochambre, la especulación y las ratas.