Un conflicto enquistado
El asedio que mantiene Israel en la franja de Gaza, después de los ataques de Hamás, tiene al mundo en vilo y, aunque aumentan los esfuerzos por parte de Occidente para que la crisis no se extienda, lo cierto es que la amenaza es real. La Unión Europea está obligada a dar una imagen de unidad para responder de forma contundente a un conflicto en el que no se puede perder el tiempo, en este momento, en divisiones que conducen a confusiones. Es una cuestión humanitaria que entre ayuda a un lugar en el que está claro que los israelíes tienen todo su derecho a defenderse de un grupo terrorista que intenta atentar contra su seguridad, un problema de primer orden que tampoco puede eclipsar otro no menos importante: la posible extensión de la guerra a otros países limítrofes. En este sentido, la mediación internacional se convierte en una cuestión de suma urgencia para detener una catástrofe que ya es una triste realidad. Las consecuencias políticas de los crudos enfrentamientos se traducen en la inestabilidad y el refuerzo de las posiciones más radicales que consideran la paz inalcanzable después de más de cincuenta años de conflicto enquistado. El ataque de Hamás fue duramente condenado por Estados Unidos, la Unión Europea y diversos gobiernos, entre ellos el de España, pero hay dudas en torno a la respuesta israelí que se prolonga en el tiempo. A nada conduce una situación de divergencia en medio de tantas muertes y, a las puertas de una cumbre como la que está prevista el jueves, los Veintisiete están llamados a acercar posturas para huir del ruido de fondo y tomar un posicionamiento único acerca de un problema histórico que está acabando con miles de vidas.