Terrorismo doméstico
Es el terrorismo doméstico, ese que se palpa cercano y casi familiar, porque puede suceder en cualquier casa. Quizá por eso se corre el peligro de caer en la anestesia social y que las víctimas del maltrato se acaben por convertir en meras cifras en los medios de comunicación. Contra esa apatía es preciso centrar todos los esfuerzos, para que la lucha no sea solo de las mujeres que lo sufren, sino de todos los que viven alrededor y, en muchos casos, son testigos mudos de los abusos. El sangrante caso de la madre y su hija tiroteadas por la expareja de ésta en plena calle vuelve a fijar la mirada en una verdadera lacra que no encuentra el final.
Desde el Instituto Andaluz de la Mujer se lanza el mensaje de que hay que permanecer en un estado de alerta constante, después de conocerse que la violencia machista representa ya el veinte por ciento de los casos que se atienden en este organismo en la provincia. En concreto, en los seis primeros meses de este año se registró una media de más de doscientas mujeres al mes, una cifra escalofriante en sí misma y que, además, no deja de ser más que la punta del iceberg. La información, como en todos los órdenes de la vida resulta primordial, y ahí juega un papel clave la red de centros establecida por toda la provincia. Pero no hay que conformarse con eso, ni pensar que la solución llegará de manera exclusiva desde la vertiente institucional.
Denunciar es el primer paso, a menudo un gigantesco esfuerzo pero que, en ocasiones, no encuentra el respaldo que necesita por parte de las administraciones. A nadie escapa que faltan todavía muchos medios, humanos y económicos, para que las leyes funcionen en toda su amplitud.