Petición para una legislatura
El discurso de apertura de legislatura del Rey Felipe VI tuvo el tono sosegado y sin grandes reclamaciones que el contexto político e histórico impedían. En una intervención que, en cualquier caso, se miraría con lupa, el único titular de peso que acuñó fue la llamada a forjar grandes acuerdos con la premisa de la “generosidad y responsabilidad”.
La declaración de intenciones del monarca sirve para trasladar una petición que los ciudadanos tienen clara desde hace tiempo pero que los líderes políticos desoyen con ahínco. En este aspecto ni las viejas estructuras políticas ni los llamados a llevar el espíritu de la calle al hemiciclo interiorizan que el electorado votó un fraccionamiento, con una mayoría simple del PP, que lleva, inexorablemente, a la necesidad de pactos y acuerdos para avanzar en el día a día de la legislatura. El que la crisis de gobernabilidad, finalmente, se haya resuelto está bien, pero si se analiza el cómo se evidencia que no había una intención primigenia de llegar a un acuerdo. Al contrario obedece más a la premura del propio calendario y también a los tacticismos implícitos de cada formación. Los retos sociales a los que tendrá que hacer frente al Ejecutivo son de gran calado y requerirán un mínimo consenso tanto ante Europa como en las propias Cortes. La tan denostada ahora Transición fue valorada por el Rey y, aunque no fuera perfecta, sí ofreció unas claves necesarias para avanzar como país. Ahora el panorama es distinto, pero existen ciertos riesgos de fractura desde social a política que requieren esa capacidad de sacrificio que los ciudadanos demandan de sus líderes. La “altura de miras” es una frase hecha que, de momento, no interiorizamos como sociedad.