Panorama político complejo
Las elecciones catalanas celebradas el 21 de diciembre, una vez escuchada la voz de las urnas, lejos de despejar dudas sobre el futuro político de esa comunidad, genera muchas otras. La incontestable victoria lograda por Inés Arrimadas para Ciudadanos —es la primera ocasión en democracia en que vence un partido constitucionalista en Cataluña— tiene un sabor amargo. De poco le servirá al partido naranja haber sido el más votado y haber obtenido 37 escaños, ya que las opciones para formar gobierno son, a todas luces, inviables. Los partidos no independentistas no consiguen alcanzar los 68 escaños necesarios en los que se sitúa la mayoría absoluta del Parlamento de Cataluña. Sin embargo, los partidos que respaldan el proceso secesionista vuelven a conseguir rebasar esa marca, a pesar —paradojas de la ley electoral— de haber contado con menos votos en términos absolutos, pero sí salir beneficiado en el reparto de escaños. Los radicales de la CUP, a pesar del espectacular descenso en apoyos —pasan de 10 a 4 escaños—, vuelven a ocupar una posición clave y a convertirse en necesarios si el bloque independentista quiere gobernar. Y ya han dejado clara cuál es su postura: el precio de su apoyo es la asunción del programa para la construcción de la República de Cataluña. El panorama es también ciertamente complejo porque los cabezas de lista Carles Puigdemont (JuntsxCat) y Oriol Junqueras (ERC) se encuentran en una situación sin precedentes en la historia de nuestra democracia. El primero, fugado en Bruselas, y el segundo, en prisión preventiva. Con esta situación, son más los interrogantes encima de la mesa que las certezas. Habrá que esperar a la evolución de los acontecimientos.