Olivar como orgullo patrio
Son treinta y cinco ediciones y ya es hora de reinventarse y ampliar horizontes. Con ese objetivo, la Fiesta de la Aceituna de Martos, pone el foco en la gastronomía y el oleoturismo como dianas hacia las que dirigir esfuerzos a la hora de obtener las máximas plusvalías del principal sector productivo de toda la provincia: el olivar.
El salto en estas más de tres décadas en la oleicultura ha sido espectacular, sobre todo, desde el punto de vista cualitativo, con una creciente mentalidad de primar la calidad por encima de la cantidad y, sobre todo, la venta envasada para no dejar marchar el valor añadido del zumo de las aceitunas de los sesenta millones de olivos. Ese es el camino, con almazaras enfocadas al turismo cada vez más y con la defensa del virgen extra en la cocina, algo que todavía tiene que calar más todavía en la mentalidad de los propios jiennenses.
Asimismo, como ya puso de manifiesto la propia consejera de Agricultura, Carmen Ortiz, que acompañó a los marteños y visitantes a la tradicional cita de cada 8 de diciembre, es preciso que el sector esté “bien organizado·, de manera que se puedan defender unos precios razonables y estables, para eliminar la incertidumbre que se genera en el mercado”. Citas cargadas de simbolismo como la Fiesta de la Aceituna de Martos sirven para detenerse por un momento a reflexionar sobre los puntos negros, sacar pecho del mejor caldo que aquí se produce y reivindicar el olivar no solo como fuente de riqueza económica, sino como forma de vida y de la vasta cultura de los habitantes de los pueblos y ciudades de la provincia. El olivo fija a los jiennenses a la tierra como ningún otro cultivo ha hecho ni hará jamás. En eso está su grandeza y también su cruz.