Normalidad democrática

16 jun 2019 / 12:04 H.

La alternancia en política es una de las bases de nuestra democracia y es importante otorgarle carta de normalidad y no convertir cada pleno de investidura en una lucha de egos y rivalizar de tal forma que se fracture también la convivencia. En principio, en la toma de posesión de los 96 corporaciones constituidas, con la salvedad de Peal de Becerro, que está sujeta a la Junta Electoral por el recurso de un voto, todo transcurrió con los nervios lógicos, los “recados” en los discursos entre los adversarios políticos y la lógica satisfacción de militantes y votantes que ven con alegría cómo se accede a los ayuntamientos para librar un batalla dura que pasa por ofrecer lo mejor de sí mismos en beneficio de la comunidad a la que sirven. Y todo debe encajarse con la normalidad y la madurez que alcanza nuestra democracia y así debe entenderse que los pactos puedan desalojar a la opción más votada y que, paradójicamente, alcancen el poder fuerzas minoritarias. Eso también entra dentro del juego democrático y que haya normalidad en estas investiduras denota la madurez de ciudadanos y políticos. Si bien es cierto que ciertos acuerdos “contra natura” encienden los ánimos, también lo es que deberán encajarse sin propiciarse “escraches” o presiones a las puertas de las instituciones que nos representan. Los rivales no dejan de ser representantes de los ciudadanos y como tal deben ser considerados tantos por los ganadores como por los que pasan a la oposición. La llegada, además, de nuevas formaciones políticas que fragmentan el voto bipartidista llevan consigo la necesidad de pactos y acuerdos de gobierno en muchos Ayuntamientos. Una oportunidad para sumar con lealtad por el futuro de cada municipio.