El reto de los puntos negros
Un punto negro se define como aquel tramo de carretera de cien metros de longitud en el que se producen tres o más accidentes de circulación con víctimas durante un año natural. La Dirección General de Tráfico elabora un informe anual para identificar los lugares más peligros que hay en la provincia con el fin de poder adoptar las medidas pertinentes en materia de prevención. 2018 se cerró con cuatro puntos negros en la red jiennense: el kilómetro 3,5 de la A-316, en Baeza; el 36,3 de la A-44, en la salida de Jaén norte hacia Bailén; el 257 de la A-4, en Santa Elena, y en el kilómetro 50 de la A-316, en la salida de la capital hacia Torredelcampo. Lo más sorprendente es que uno de ellos —el primero— ya se había registrado en los dos años anteriores, lo que pone de manifiesto que las soluciones planteadas para su eliminación no dieron los resultados esperados. La instalación de radares fijos es una de las principales medidas impulsadas para erradicar un grave problema que acecha a la sociedad, a lo que hay que unir una necesaria señalización, controles preventivos de los agentes de la Guardia Civil y la nueva limitación de velocidad en carreteras convencionales. Es cierto que la cifra de tramos especialmente peligrosos nada tiene que ver con la que había hace tan solo unos años, cuando se contabilizaban alrededor de una treintena. Sin embargo, es necesario no bajar la guardia, porque las estadísticas revelan un repunte en el número de accidentes y una preocupación latente por el incremento registrado en los cascos urbanos. Hacen falta más campañas de concienciación ciudadana para que quienes cojan el volante sean conscientes de que está en juego sus vidas y las de los demás.