El héroe del monopatín

11 jun 2017 / 11:32 H.

La sociedad española ha vivido conmocionada esta semana la historia de Ignacio Echeverría. Desde la angustia de la familia por desconocer su paradero y la intolerable falta de información, hasta el trágico desenlace al conocerse que fue una de las ocho víctimas mortales que se cobró el último ataque perpetrado por el terrorismo yihadista en Londres. Encontró la muerte tras una cobarde puñalada por la espalda cuando acudió a socorrer a una mujer que estaba siendo atacada por quienes, en nombre de su dios, solo siembran terror y muerte a su paso. La actitud valiente y decidida del español ha generado todo un movimiento de reconocimiento y homenaje a quien dio lo más preciado que tiene el ser humano, su vida, con el único objetivo de ayudar a quien en ese momento lo necesitaba. En estos tiempos de estampidas, de salir corriendo en sentido contrario, de miedo que nos inunda ante la amenaza terrorista —algo humano y unido a nuestro instinto de supervivencia—, la actitud de Echeverría es todo un ejemplo de valor y coraje. En muchas ocasiones utilizamos algunas palabras con cierta ligereza; entre ellas, héroe. En este caso, parece que incluso se queda corta para definir al apasionado del monopatín.

Aunque el Gobierno español ha anunciado la concesión de la Gran Cruz del Mérito Civil, una de las mayores distinciones del Estado, el mejor reconocimiento que puede recibir es el homenaje sincero y sencillo que la sociedad española le ha brindado durante estos días. Su ejemplo debe servir como modelo de actitud ante la barbarie terrorista, de ciudadanos de todo el mundo que mantienen sus convicciones frente a la sinrazón del fanatismo. Su memoria debe mantenerse viva.