El doble filo de la solidaridad

    09 nov 2024 / 09:14 H.
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    La ola de solidaridad que vive Valencia demuestra el carácter de los españoles que, unidos por una causa, ayudan en lo que pueden para rebajar el daño irreparable producido por unas inundaciones a las que nadie se puede acostumbrar. Son toneladas y toneladas de productos y alimentos las que llegan, cada día, a algunos de los municipios afectados por la mayor catástrofe natural del siglo desde pueblos y ciudades. Precisamente es este movimiento social sin procedentes lo que ha hecho que las administraciones públicas respondan, a destiempo, para recomponer lo que el agua se llevó, en la medida de sus posibilidades. El problema de fondo está en la descoordinación que viven los valencianos, agradecidos por las muestras solidarias, abrumados y, a la vez, desconcertados. Cuentan los testimonios en primera persona que viven la tragedia que no hay lugares físicos para depositar tanta mercancía y que necesitan figuras que organicen todo lo que reciben para que se pueda usar debidamente. Hay, incluso, donaciones que resultan totalmente inservibles en las circunstancias en las que se encuentran los vecinos. En cualquier caso, las imágenes de voluntarios ayudando en todos los rincones por los que pasó la dana dejan claro que es la voluntad anónima la que sustituye la obligación institucional, con evidentes muestras de incomprensible bloqueo. Es la sociedad civil la que tapa, precisamente, los tremendos agujeros ocasionados por la inactividad de los responsables políticos, cruzados de brazos durante varios días por protocolos que, ante situaciones como esta, hay que saltarse a la torera, porque se trata de una excepcionalidad y, como tal, la respuesta tiene que ser la de arrimar el hombro.

    Editorial