El atentado de Pensilvania

    19 jul 2024 / 09:44 H.
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    El repudiable intento de matar al candidato del Partido Republicano de Estados Unidos, Donald Trump, se produce en medio de un ambiente político de crispación que, aunque parezca contradictorio, tiene precedentes. Nadie sabe si tan condenable acción fue fruto de una mente solitaria endiablada o responde a una conspiración colectiva encaminada a empañar una cita democrática con las urnas de relevancia internacional. Lo que sorprende es que no haya unanimidad en las voces de condena hacia cualquier acto de violencia que a lo único que conduce es a ahondar en la polarización y el desapego de la ciudadanía a todo lo que tiene que ver con la política. No se puede consentir que haya quienes abonen la sinrazón y señalen con el dedo a su principal contrincante en una batalla en la que lo último que se espera es que haya enfrentamientos físicos. La dura confrontación dialéctica no justifica los medios, por lo que tanto Donald Trump como Joe Biden están obligados a seguir la línea recta de una campaña pacífica en la que tampoco es sano que haya víctimas para salir victoriosos. Ambos forman parte de la primera potencia del mundo y tienen la oportunidad de dar ejemplo para las generaciones presentes y futuras de todos los continentes. La ciudadanía de Estados Unidos está radicalmente dividida y los dos grandes partidos que sustentan su sistema democrático están llamados a buscar soluciones para superar una situación que a nadie favorece. El atentado de Pensilvania contribuye a alimentar ese clima enrarecido que sólo conduce a la impostura, por una parte, y a la victimización, por otra. Los ciudadanos merecen mucho más y el mundo no puede perder a su primera potencia.

    Editorial