Debates necesarios
El llamado “debate decisivo” de Atresmedia se convirtió en el espacio más visto en televisión, con más de 9,2 millones de espectadores y un 48,2% desharé. Las cifras ponen de manifiesto que el indudable interés mediático de la cita entre los cuatro candidatos, prueba quizá de que el desafecto por la política comienza a remitir poco a poco o, también, porque el país se encuentra ante las elecciones generales más abiertas de su historia democrática, con un escenario completamente diferente al que se ha presentado hasta ahora.
Con la polémica previa de la ausencia del candidato del PP, Mariano Rajoy que, de hecho, abrió el debate, el espacio transcurrió con un formato dinámico, gracias a unos tiempos muy medidos y la división por asuntos concretos. No faltaron, como era de esperar, momentos calientes en asuntos como la corrupción, y todos tuvieron la oportunidad de defender sus programas y propuestas de cara al 20-D, la jornada realmente decisiva, por delante de cualquier encuesta o sondeo de los que se están conociendo estos días. El día después, que además es festivo, sirve para analizar, más allá de quién ganó o no el debate a cuatro, la idoneidad de este tipo de ofertas televisivas y por qué hay partidos con representación parlamentaria que no estuvieron representados.
La sana confrontación de ideas es más que necesaria, sobre todo en unos comicios con una tasa tan alta de indecisos. Pero, en este contexto precisamente, lo que sí merece una reflexión profunda es por qué, con una televisión pública en este país, no debería haber sido ella la que liderase una cita como la de este pasado lunes y no dejar la batuta en manos de una televisión privada. El debate decisivo será el 20-D.