Cultura aseguradora del olivar

    14 ene 2022 / 16:26 H.
    Ver comentarios

    El cambio climático hace que cada vez sean menos cuantiosas las lluvias y, cuando llegan, lo hacen con más probabilidad de hacer daño, sobre todo a las cosechas y a los cultivos, expuestos a lo que mande el cielo. Son evidentes las manifestaciones de un clima extremo e inestable, desde vientos huracanados y tormentas bruscas hasta altas temperaturas, sequía y desertización. La situación es preocupante y, aunque todavía no llena las agendas de los responsables políticos, debería ser una cuestión de primer orden en cualquier administración pública. Ni que decir tiene que los negacionistas, contra las predicciones de los organismos internacionales que abogan por la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, responden a intereses económicos y políticos, a un déficit de información o a un conjunto de teorías que niegan los más contrastados datos científicos. Los expertos advierten de que el debilitamiento de las corrientes de aire de la estratosfera, con un calentamiento repentino, favorece la aparición de áreas anticiclónicas, con la formación de grandes masas de aire frío que, en contacto con las cálidas y húmedas, generan los fenómenos referidos, una tormenta perfecta a la que se añade el deshielo de los polos, que desencadena fuertes bajadas de temperatura y tormentas de nieve en latitudes inferiores. No hay más que ver los datos de las indemnizaciones para comprobar que al olivar, el principal sustento de miles de familias jiennenses, le toca de lleno el cambio climático. En este sentido, es importante que la cultura aseguradora cale hondo en un sector poco acostumbrado a invertir en garantizar la cosecha. Es el único camino para que la rentabilidad no decaiga.

    Editorial