Aracnofobia ministerial por ley

    27 nov 2022 / 16:00 H.
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    La Navidad es una fiesta típica de reunirse los amigos y las familias y celebrarlo con una buena comida, o cena. La Navidad es unidad entre todos. Todos los años se repite la misma unión de reunirse los amigos y las familias. Y es que la Navidad es fiesta de reunión. Ya que conmemoramos la festividad del Nacimiento del Hijo de Dios, que vino al mundo para salvarnos del pecado, y fuésemos mejores personas en la tierra. En nuestros hogares todo cambia ponemos un Belén o un árbol típico navideño, también ponemos la típica flor de Pascua. Las calles de nuestras ciudades se iluminan de colgaduras haciendo las delicias de los más pequeños, son fiestas entrañables, donde los niños disfrutan en abundancia, sobre todo cuando llega papa Noel, o Los tres Reyes Magos de Oriente que les traen regalos, y también para los mayores, todos nos obsequiamos con un regalo. Estamos más unidos que nunca los unos con los otros. Por eso se llaman fiestas entrañables y de unión. También se celebra un sorteo extraordinario de lotería nacional donde se enriquece todo aquel, que tenga la suerte de llevar el número que toque. En definitiva, que todos los años lo celebramos lo mejor que podemos, aunque acordándonos de los que ya no están con nosotros, y que un día nos precedieron.

    Cuanta Cuanta gente buena hay! Miles de personas voluntarias solicitando alimentos en los supermercados para los más necesitados. Estos si que son felices, son humildes, pobres pero con corazón. Y personas como esas son las que necesita esta sociedad materialista, vacía, sin corazón, solo piensan en su bienestar material, sin acordarse de tantos y tantos ciudadanos que viven en la pobreza. Estas personas sencillas levantan el ánimo de las personas que aún creen en el ser humano, pues aman y gozan haciendo el bien. Mientras existan personas buenas como estas, hay esperanza de que esta sociedad recupere los valores cristianos, que son los más humanos y se haga una sociedad en la cual reine la paz y la fraternidad. ¡Qué Dios les bendiga, pues son sembradores de paz y esperanza.

    Estimada araña: Lamento profundamente tu sentencia de muerte y que sea yo tu verdugo en cumplimiento de mis obligaciones emanantes de la ley de Bienestar Animal de la ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra. Lo lamento. Aunque valoro tu aportación por ser el mejor insecticida que podría tener en mi casa al dar buena cuenta de mosquitos, cucarachas, moscas, hormigas, etcétera, tienes el estigma de pertenecer a una especie que ni es fácil de atender en sus necesidades ecológicas, etológicas y fisiológicas; ni existen datos científicos sobre el manejo de tu especie en cautividad, y, además de suponer un riesgo para las personas por tu conducta agresiva y veneno, existen indicios de que si te escapas puedes colonizar hábitats y causar daños, características todas ellas que penaliza esta ley tan progresista. La aracnofóbica ministra Belarra considera que de las 1.700 especies de araña que hay en España, todas merecéis morir aplastadas, sin tener en cuenta el atenuante de que solo tres de esas casi 2.000 especies suponéis algún peligro para los humanos. Consuélate pensando en la posibilidad remota de que me quede sin guillotina para ti, puesto que antes, en cumplimiento de la ley, tengo que finiquitar a seres “despreciables” como conejos, periquitos, cotorras, lagartos, camaleones, serpientes inmigrantes ilegales (no autóctonas), cobayas, ratones, hámsteres y tortugas. Por el momento solo se libran de la pena de muerte los caballos, las ovejas, las ardillas, los perros, los gatos y las cabras (las de cuatro patas). Digo por el momento, y digo bien, porque el subsecretario de Derechos Sociales ha puesto en la diana a los gatos, «las colonias felinas producen muchos daños al medioambiente y también muchos daños a las personas por motivos de salud”, ha dicho, que es tanto como decir que hay muchas formas de despellejar a un gato. Esta banda de políticos ladilla, con el señuelo de su ley de protección animal y para disimular la desatención de su Ministerio con las personas necesitadas, se han propuesto cargarse también a nuestras más queridas y reconocidas mascotas, impactados por el rumor de que los 20 millones de gatos ferales (sin contacto humano desde su nacimiento) que viven en Australia son culpables de la muerte de dos mil millones de animales (un millón de reptiles diarios). En definitiva, la han tomado con los gatos, y los han “convertido” en especies invasoras. No son los tres pitbull que puedes tener en casa sin problemas, no. Los gatos. Las ratas, que tomarán el testigo de los felinos en la inminente sobrepoblación de roedores por la aplicación de esta ley, se han enterado y han montado un fiestón que no veas, ladinamente patrocinado por una renombrada marca de matarratas. Detrás de los gatos, los “tontos” y confiados perros. Tontos porque si fueran un poco más listos no serían el mejor amigo del hombre. Por concluir, estimada araña, si por mí fuera, te dejaría vivir en mi casa, porque respeto tu vida y las del resto de seres vivos del planeta; porque conozco de primera mano que sin necesidad de insecticidas químicos, mantienes a raya a las poblaciones de insectos, y con ello el equilibrio de los ecosistemas, porque me parece sacrílego e imprudente que endiosados animalistas sádicos, ociosos e insensibles, decidan cuándo y cómo debes morir.

    Cartas de los Lectores