Los límites de la estupidez

    06 ago 2022 / 12:21 H.
    Ver comentarios

    Hace años y a propósito de Alonso y McLaren escribí un articulo opinando acerca de las nefastas relaciones entre el piloto y la dirección de la escudería y critiqué con dureza las formas y el trato que se le estaba dando al recién fichado y vigente campeón de la Fórmula 1 con Renault frente al novato Hamilton. Han pasado muchos años y han sucedido muchas cosas desde aquel triste periodo de Fernando Alonso en la escudería McLaren, en la que todo se le puso en contra, y contra todos los pronósticos le fue imposible volver a ganar otro campeonato. Confieso que me gusta Fernando Alonso, todo un ejemplo de trabajo y superación desde la más tierna infancia, sin herencia ni padrinos, como es más que habitual en la F1, y sin ir más lejos tenemos un ejemplo en España de otro gran piloto como Carlos Sainz, que llega a la F1 con un gran bagaje familiar, que lo soporta y lo arropa en toda su carrera, no lo critico y le deseo lo mejor, pero es evidente que las vivencias de tu infancia y adolescencia forjan tu carácter y tu forma de ser. Pues bien, tras casi 40 años sentado en un kart, pues se puede decir que saltó de la cuna al kart, las luces de sus éxitos deportivos superan con mucho a las sombras que algunos insisten en buscar. Es indudable que estamos ante uno de los cinco mejores pilotos de Fórmula 1 de todos los tiempos y creo que esto es reconocido por sus compañeros y por sus rivales. No solo pilota rápido, conoce a la perfección los coches, saca lo mejor de ellos, se adapta con rapidez a los cambios y contribuye activamente para mejorarlos. Es respetado por sus compañeros y, a pesar de la competitividad que se vive en este deporte, es capaz de hacer equipo y ayudar a sus compañeros cuando la situación lo requiere, como se ha podido ver la temporada pasada, secando a Hamilton durante once vueltas y posibilitando que su compañero Esteban Ocon hiciera pódium. Ahora bien, su carácter no le permite tragarse los sapos que otros se tragan y, aunque es una persona discreta y de pocas palabras, cuando algo no le gusta o no le parece justo lo dice de frente y sin tapujos, ya sean críticas a su equipo o a los comisarios de la FIA, por lo que carece de eso que llaman “diplomacia”, que no es otra cosa que buenas palabras de frente y puñales por la espalda. Fernando Alonso es lo que en Asturias llamamos “un paisano” y “al pan, pan, y al vino, vino”, y la diplomacia la dejamos para los embajadores. El fichaje por Alpine (antigua Renault) le llega en la recta final de su carrera deportiva, pero está ilusionado con el proyecto que le plantean, se siente en buena forma para afrontarlo y tiene dos años de contrato por delante para adaptarse al coche y mejorarlo con el objetivo de que al final de la presente temporada se hayan podido conseguir algunos podios y el equipo se situé en la tercera o cuarta posición en la tabla de constructores. Nada más lejos de esto, los comienzos de la presente temporada, con nuevo director de equipo en la persona de Otmar Szafnauer, conocido en su casa a las horas de comer, son decepcionantes para todos, pero sobre todo para Fernando, que ve como finaliza su contrato y comienzan las negociaciones para una posible renovación con enormes dudas y desafortunadas declaraciones de los directivos de la casa, acerca de su continuidad o la posible sustitución por el becario Piastri. Pero hasta aquí podríamos llegar, la cuerda se ha roto inesperadamente y... adiós, Alpine... ¡bienvenido!, Aston Martin. De nuevo has hecho lo correcto, Fernando.

    A pesar de quedar exonerado de tanta irregularidad, es inasumible que el Jefe del Estado hubiera caído en tanta avaricia personal: millones en paraísos fiscales de dudosa procedencia y no declararlos. Incapaz de hacer un acto de contrición pública, le queda la soledad. Ahora la Justicia debe velar por que esos millones casi blanqueados por la inviolabilidad del Rey no caigan en manos de sus hijas, beneficiándose del fraude de papá. Que una persona defraude es delito, que defraude el Jefe del Estado es inmoral y condenable sin paliativos. Recuerden: mientras los españoles estábamos pasándolas canutas en plena crisis, el emérito regalaba 65 millones a su querida. Dinero sin declarar. ¿Es posible aceptar ese proceder desde la Justicia, desde la Fiscalía y desde la Hacienda pública española? La inviolabilidad jamás puede justificar y blanquear delito alguno. Un privilegio anacrónico que nuestros políticos siguen sin eliminar de nuestra Constitución.

    Si por estúpidos consideramos a las personas torpes y a los cretinos, podría parecer que la estupidez no tiene límites, que resultará ser algo inabarcable. Pero sí que los tiene y estos son los que pongamos cada uno de nosotros cuando detectemos a los “listillos” de turno, a los indocumentados que pretenden impresionarnos y que lo único que suelen conseguir es hacer el ridículo. A veces no es fácil “descubrirlos” porque presentan muchas caras y hay que estar muy atentos para que no nos las “cuelen” porque salen como setas. No estoy de acuerdo con Albert Einstein cuando afirmó que la estupidez humana no tiene límites, porque sí que los tiene y somos nosotros quienes debemos fijarlos. El gran problema es la desmadrada e ilimitada proliferación de estúpidos, entre los que espero no encontrarme, aunque en algunas ocasiones me comporte o me haya comportado como tal. Es lo que hay.

    Cartas de los Lectores