Navidad

04 dic 2016 / 10:18 H.

Recientemente he leído el libro “Adán, Eva y el Mono” de Louis de Wohl, autor de más de 30 novelas de aventuras y suspense, de las que 16 se llevaron al cine. El autor escribe que “La teoría de la evolución bien entendida no es ninguna prueba contra la acción creadora de Dios”. Por eso dice que podemos “admitir que el mono, es tan solo nuestro pariente lejano, pero de ningún modo nuestro antepasado. Adán no fue un gorila. Eva no fue una chimpancé. No era la Biblia la equivocada, sino la ciencia”. Porque “evolución no es otra cosa que creación “a largo plazo”. Y este plazo solo es largo para nosotros los pigmeos de lo temporal, pero no para Dios, que vive fuera de todo lo temporal”. Del apartado “¡Mi querido agnóstico!” dice “Muchas veces me he preguntado si usted seguiría llamándose a sí mismo agnóstico, si supiera que esta palabra no quiere decir otra cosa que ‘ignorante’. La fórmula básica de vuestro pensamiento viene a ser así: ‘No tengo suficientes pruebas ni de que existe Dios, ni de que no existe. Por tanto no puedo declararme ni creyente, ni ateo’. Del ateo que está honradamente convencido de que no hay Dios, no puede esperarse que continúe buscando. Pero al agnóstico no se le puede permitir. Mientras admita que quizás sí pudiera existir Dios, tendrá que buscar. Y la búsqueda deberá ser honrada. No sirve ‘convencerse’ de la no existencia de Dios, dejándose servir un par de ‘slogans’ más o menos plausibles. ¡Quien busca honradamente, halla! Ser agnóstico puede aceptarse. Pero continuar siéndolo... eso solo puede llevar a la perdición.” El libro tiene numerosos capítulos de temas actuales e interesantes, por citar algunos se encuentran los siguientes: Dictadores; ¿Tiene usted alma?; ¿Es usted pagano?; ¿Existen milagros?; El bien y el mal; Sufrimiento y dolor; Mi hijo ha muerto “Dios no existe”; ¿Qué objeto tiene su vida?; Comprender todo significa perdonarlo todo; etcétera.

Ha finalizado el mes de noviembre, en el que tradicionalmente se medita sobre la muerte y la vida eterna. La iglesia católica es uno de los pocos sitios donde la muerte sigue siendo parte de las conversaciones públicas. En otros lugares, la muerte se disfraza de suaves eufemismos suaves como “irse” o “quedarse dormido”, o bien se enfoca desapasionadamente a través del discurso científico de la medicina. Actualmente, si se nos pregunta cómo queremos morir, generalmente decimos que queremos que suceda rápidamente, sin dolor y, preferentemente, mientras dormimos. En otras palabras, no queremos que la muerte se convierta en algo que experimentamos como parte de la vida. Se convierte en un drama, una tragedia que va más allá del caminar terreno; todos sabemos que hemos nacido para morir, y es verdad que la muerte de seres queridos nos afecta, lógicamente. Esto no habría tenido sentido para las generaciones pasadas. Durante siglos, lo que más se temía era “morir sin estar preparado”. La muerte era una oportunidad para poner las cosas en su sitio. Para decir las cosas que habían quedado sin decir: “Lo siento”, “me equivoqué”, “siempre te he querido”. Solíamos morir rodeados de la familia en sentido amplio. Ahora, morimos rodeados de tecnología, y la creencia en la ciencia médica a menudo reemplaza el enigma tradicional de la existencia humana. Una cultura que mantiene la muerte fuera de su vista y de sus pensamientos es una cultura que cada vez es menos capaz de confortar a otros en su dolor. En lugar de tener esa conversación importante en el supermercado con la vecina que ha perdido a su marido, nos cambiamos de pasillo y lo justificamos por un supuesto deseo de no molestarla. Permitimos que nuestras residencias de ancianos se conviertan en lugares de abandono, porque no queremos mirarlos muy de cerca. Cuando la muerte se convierte en un asunto privado, es mucho más difícil acercarse a los demás, precisamente cuando más lo necesitan.

Navidad es sinónimo de familia. Es la llegada del Dios Niño al mundo. Se trata de compartir momentos con la gente querida. Y la cadena de comida rápida McDonald’s ensalza ese espíritu en su campaña navideña en Reino Unido. Ideado por Leo Burnett London, el spot “Juliette the doll” gira en torno a la vida de una muñeca. La pequeña Juliette se pasa las navidades sola, mirando desde fuera cómo se reúne la gente y celebra la festividad más emotiva del año. Juliette estará presente en varias acciones de la campaña de McDonald’s. Reino Unido considera esta la “campaña más grande jamás hecha”. En estas fiestas la industria publicitaria se prepara para el lanzamiento de sus campañas publicitarias para esta época del año. Una de las marcas que ha revelado su spot navideño ha sido Aldi, que ha presentado al mundo al entrañable protagonista de la historia “Kevin the Carrot”.“Ha sido un año de gran éxito para Aldi y nuestro anuncio de Navidad pretende celebrar nuestros productos ganadores, nuestro compromiso con la frescura”, comenta Tony Baines, managing director of corporate buying de Aldi. En estas fiestas navideñas estará presente el tradicional turrón Suchard, que se consolida como marca preferida por los más pequeños de la casa. De esta forma ha querido inaugurar la temporada navideña presentando su nueva campaña que gira en torno a la idea de “Dejar salir al niño que llevamos dentro” y que busca, en palabras de la Irene Boloña, brand manager de Suchard “volver a vivir la Navidad con la misma ilusión que cuando éramos pequeños. Volver a creer e ilusionarnos”.