Perseguido

    08 jun 2023 / 09:53 H.
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    Perseguido

    Perseguido por su descrédito, Pedro Sánchez reforzaba sus intervenciones en campaña electoral apoyándose en el crédito del Consejo de Ministros. Como era conocedor de que sus promesas podían no ser creídas por el auditorio al que iban dirigidas que, en el fondo, era un auditorio nacional, inmediatamente las trasladaba al refrendo del Consejo de Ministros para darle carácter de veracidad. No dejaba de ser algo tierno y un punto conmovedor observar a todo un Presidente del Gobierno dudar de manera constante de su poder de convicción, que era tanto como dudar de sus propias palabras cuando, en sus múltiples intervenciones electorales, afirmaba reiteradamente: “Y la tal promesa que hago hoy, será aprobada el próximo miércoles en el Consejo de Ministros”; “y como ya sucedió con la tal promesa en el Consejo de Ministros, con esta otra pasará lo mismo”, etcétera. Perseguido por su propio descrédito, buscaba en ese órgano colectivo la fuerza crediticia de la que él carecía; lo que tal vez no pensó, o no pensaron los diseñadores de su campaña, era si el auditorio se creería que esas decisiones se iban a derivar al Consejo de Ministros y si éste, en su caso, las refrendaría, aunque se ofrecieran datos efectivos de que así fuera. Cuando el descrédito ha permeado tu persona, todos los logros que puedas mostrar serán cuestionados, por lo que tus esfuerzos habrán sido en vano: el escepticismo se impondrá siempre a la evidencia. Pero otros canes, no sólo los de la mentira, acosaban al presidente del Gobierno. Perseguido por sus pactos capciosos con enemigos declarados del Estado (Bildu, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya, fundamentalmente), a los que se les ha otorgado demasiadas ganancias en una sola legislatura, Pedro Sánchez los justificó como una forma de alcanzar normalidad y convivencia en lugares de conflicto social y anormalidad democrática. Pero el argumento de la “política de apaciguamiento” no pasó el filtro de los votantes porque éstos detectaron que se trata de un “apaciguamiento fingido” por parte de esos enemigos, conseguido a costa de sacrificar bienes superiores de la patria, como su defensa y su dignidad, y sólo postergado para otros momentos más propicios, mientras se organizan y fortalecen en la retaguardia. Además, esos votantes nunca asimilaron, ni admitieron, una de las premisas básicas de la política sanchista: que la alianza del PSOE con estos partidos advenedizos no era coyuntural, sino de largo plazo y recorrido, pasando por pactos estables y permanentes en el tiempo, a cambio de ir otorgándoles, también permanentemente, cachitos de ese Estado, hasta llegar a hacerse cierta la posibilidad del otorgamiento de un referéndum de independencia a cambio de la permanencia en el poder del eje socialista. La contestación a esta estrategia perversa —o a su posibilidad— fue lo que recibió el presidente en forma de rotundo fracaso electoral en los pasados comicios locales y autonómicos, aunque fueron otros quienes lo pagaron en su nombre. Ante ese hundimiento insoslayable, ante esa cadena de derrocamientos, una “sed de venganza” se ha abierto paso dentro del partido buscando al responsable último del fracaso, que no es otro que Pedro Sánchez, envuelto entonces en otro vértigo de persecución. Perseguido por los barones socialistas derrocados, criticado tanto por las bases como por las élites del partido, el antiguo César, al que nadie osaba rechistar internamente, se atrincheró en la Moncloa junto a los más leales y, haciendo rápidos cálculos electorales de absorción de votos provenientes de un Podemos “deslomado” y de un Sumar “desvertebrado”, convocó elecciones generales sin pedir explicaciones a nadie y sin tener en cuenta los intereses vacacionales de los españoles, conteniendo posibles intentos de derribo internos. Otro nuevo exceso de este “político de excesos” que, si bien pudo haber contenido una rebelión, lo ha situado ya, definitivamente, dentro de la anormalidad democrática, al no dar un tiempo legítimo para digerir los resultados de los pasados comicios. Su convocatoria precipitada supone una falta de respeto a los ciudadanos, lo que, probablemente, desemboque en una persecución electoral despiadada de éstos contra Pedro Sánchez.

    FRANCISCO ABRIL PALACIOS / Jaén

    Queja

    Cada vez es más común toparse con una queja; frente al diálogo llegamos antes a la querella. Es sencillo, el capital controla las pantallas y las redes; por tanto, nuestro pensamiento ha pasado de ser reflexivo a ser mediático. En el mundo educativo en el que subsisto es frecuente el descontento de padres, alumnos, burócratas y hasta de expertos en el mundillo que venden cursos con los que rellenar horas de formación, para a su vez rellenar horas de clase con contenidos vacíos de pensamiento, pero muy digitales. Tras sufrir la última, cada vez estoy más de acuerdo con Friedrich Schiller en que sólo a través de la cultura y la educación en lo bello y estético, comprenderemos de forma amplia lo ético. Tal vez cuando a mi alumno (por el que siento verdadera pena), le salpiquen algunas verdades vitales; esa madre comprenda algún día que la burbuja de irrealidad en la que envuelve a su hijo puede ser muy peligrosa; puesto que, cuando se rompa la pompa de agua y jabón con la que rodeó a su vástago —y siempre se rompe— las pequeñas gotas que lo mojen, no valdrán ya cómo único bactericida para curar las heridas que produce el vivir. Tengo muy claro que el proceso educativo dura toda la vida y que no se compra a golpe de clic. No temo pues al debate o a la protesta, pues como decía Freire educar es un acto de amor; por tanto, un acto valor.

    ENCARNACIÓN BUENDÍA / LINARES

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