Congestión
y ruido en
calle Vergara

    19 sep 2019 / 09:22 H.

    Los tambores de una legislatura fallida ya sonaban alto y claro desde el comienzo. Se ha consumado el fracaso de los políticos, y no de las instituciones. La exasperante incapacidad durante estos meses de desbloqueo ha provocado la decepción de millones de españoles. La XIII Legislatura de la democracia está liquidada. Ahora todo son intercambio de reproches, todos quieren salvarse. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, no lo ha tenido fácil. La responsabilidad, la generosidad y, a la misma vez, la altura de miras que ha reclamado, en multitud de ocasiones, no ha mostrado sus frutos. La viabilidad de llegar a un acuerdo entre las fuerzas de izquierdas quedó mermada desde el inicio de las negociaciones. Además, las demás fuerzas políticas, con representación en el Senado y Congreso, no han estado a la altura de las circunstancias y, por consiguiente, de la necesidad de dar aliento a un Gobierno que trabaje por y para la ciudadanía. Lamentablemente, ciertos partidos no asumieron los resultados electorales del ya lejano 28-A. Este país precisaba de un Gobierno que diera respuesta a asuntos de interés general que han quedado pendientes de aprobación, tramitación parlamentaria o simplemente de acuerdos entre las fuerzas políticas, como la lucha contra el paro, una ley de cambio climático en la que se debería limitar las emisiones de CO2, la despoblación de las zonas rurales, las medidas de apoyo a los autónomos y a los agricultores. Sin olvidar el frente que se avecina, y que crea incertidumbre en los mercados, una nueva crisis financiera y el enfriamiento de la economía española. Imprescindibles los pactos en materia educativa y en pensiones. El grave problema de la migración. El bloqueo que se mantiene con la financiación de las comunidades autónomas, que todas lo reclaman sin excepción y de urgencia. Otra de las cuestiones, y no menos importante en nuestro país, es la lacra de la violencia machista. La fuga de cerebros que abandonaron este país y que el Gobierno que salga de las urnas tendrá que afrontar con verdaderas políticas de incentivos al retorno. También, los retos que nos plantea la tecnología de este siglo. Cataluña seguirá marcando al nuevo gobierno, sea de izquierdas, de derechas o de centro. Los españoles tienen necesidad ya de unos políticos que sean capaces de entenderse para elaborar propuestas que den contestación a los desafíos y preocupaciones de la ciudadanía. El hartazgo de la política, o mejor dicho de la clase política, no se debería imponer al deber que tenemos la ciudadanía con las urnas el próximo 10 de noviembre. España no necesita política a la italiana. Serán las segundas elecciones generales en siete meses y las cuartas en tan solo cuatro años. Duele señalar que todo lo vivido políticamente desde 2015 es el fracaso de una generación de políticos. El camuflaje de políticos no aptos es evidente. Intolerable volver a las urnas de nuevo.

    Un maltratador facha blanquea a un borracho homicida”. Tan breve como claro y completo, un comentarista resume el último, por ahora, escándalo “ejemplar” de Telecinco. Bertín Osborne visita al torero Ortega Cano y le pregunta sobre su accidente, en el que, triplicando el límite de alcohol y circulando a 36 kilómetros por encima de la velocidad límite, invadió el carril contrario y mató a Carlos Parra. El torero, cobarde, se intenta excusar diciendo solo que estaba “cansado” y que debió sufrir un “vahído”. Bertín Osborne, ese pegador de mujeres y mal profesional, en vez de recordarle los hechos, vendido hasta ese punto, pasa sin más a preguntarle cómo se sintió en la cárcel, condenado a dos años y medio. “Lo llevé bien en el sentido de que leía mucho la Biblia”. Así son, y de ello viven y hasta se pavonean esa pareja tan poco presentable, ejemplares de la auténtica anti-España que, para vergüenza de quienes la sufrimos, —incluso hasta morir, como Carlos Parra—, todavía existe y tanto nos menosprecia y daña incluso por televisión.

    Los vecinos de la calle Vergara seguimos viviendo con indignación e impotencia cómo esta arteria céntrica del barrio de San Ildefonso es invadida diariamente por cientos de vehículos de todo tipo que provocan retenciones cada instante, donde los niveles inaceptables de contaminación acústica y del aire llegan a condicionar su calidad de vida. Y esto ocurre en una calle en la que en algunos tramos no supera los seis metros de ancho y en la que el allanamiento además, afecta a la pequeña acera que es ocupada con frecuencia por las motos que tratan de salvar el atasco incesante de los vehículos y pone en peligro la entrada y salida por los portales de las viviendas. Consideramos que es una falta de respeto por parte de las instituciones públicas que han provocado este grado de malestar a causa de la contaminación atmosférica, el consumo de espacio, la congestión y el ruido en esta céntrica calle de Jaén desde hace ya dos años.