Previsión y economía

    20 mar 2020 / 15:45 H.
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    Hace unos días, cuando los periódicos empezaron a informar con más detalle de la existencia de un virus maléfico que se había presentado en España, desde nuestra asociación gitana de San Sebastián me enviaron un Whatsapp con la reproducción completa de la página del diario donde se daba la información. Pero ese envío venía precedido por este mensaje: “Solo con leer el titular ya sabía que iba a aparecer la palabra gitano”. Y efectivamente, no se equivocaba mi informante. Como es natural, he intentado recopilar todo lo que los medios han dicho y escrito sobre la terrible pandemia que amenaza a Europa y a la relación que los gitanos hayamos podido tener en la propagación del virus. Y, créanme, es desesperante. Salvo un par de periódicos que han dado la noticia a cuenta de algún incidente en la que algún gitano se ha visto involucrado, y no han dicho en ningún momento que se trataba de “un gitano”, en todos los demás se ha hecho mención, y siempre en contexto peyorativo, a que los causantes del incumplimiento de la norma eran los gitanos. Quiero suponer que mis amables lectores entenderán que no es este el momento en que yo me ponga a desgranar el rosario de leyes, pragmáticas y persecuciones que hemos sufrido los gitanos desde los funestos años en que la Inquisición condenaba a terribles castigos a las gitanas porque tenían relaciones con el Diablo y adivinaban el porvenir de los gachés (payos) leyéndoles la palma de la mano. Ellas no hacían daño a nadie y por echarles la buenaventura a cambio de unos maravedíes, pequeñas monedas de cobre del siglo XVI o unas “perras gordas” de finales del siglo XIX que equivalían a diez céntimos de peseta y que yo llegué a conocer y usar durante mi infancia, se iban contentos a sus casas convencidos de la gran suerte que les esperaba o del rendimiento de amor que, por fin, iban a encontrar en la persona de sus sueños. Hace ahora exactamente un año, en marzo de 2019, los gitanos residentes en el departamento de Seine-Saint-Denis, al noreste de la capital francesa, sufrieron durísimos ataques porque se corrió el rumor de que unos gitanos viajaban por la zona en una camioneta secuestrando a las niñas para matarlas y vender sus órganos o para dedicarlas a la prostitución. Todo falso. Ahora, ha ocurrido en el Hospital Universitario Araba que forma parte de la OSI Araba, del Servicio Vasco de Salud, donde una persona se hizo pasar por trabajadora del centro hospitalario, ha grabado un mensaje culpando a los gitanos de actos criminales para contaminar a todos los residentes en el centro hospitalario. Estamos hablando de uno referencia en Álava y que es uno de los principales centros sanitarios de Euskadi. El Hospital ha sido contundente al manifestar que el mensaje trasladado en este audio está manipulado y lleno de falsedades, y supone un acto vergonzoso por parte de la persona que lo ha difundido. La Asociación de Vecinos Madre de Dios de La Rioja ha salido en nuestra defensa reconociendo: “En estos momentos tan proclives a la histeria colectiva, la comunidad gitana es una candidata perfecta para canalizar los miedos hacia los otros, los diferentes”.

    En un país serio, casi nadie comprende a medias o a enteras, que si la economía de empresa o familiar es el arte o ciencia de administrar bien los recursos, que de un día para otro nuestras empresas o autónomos, incluso familias, hayan devenido en la absoluta pobreza. Pues en toda sociedad, economía o empresa debe de existir un fondo para contingencia, es decir situaciones de emergencia, para imprevistos y para fallidos. No se puede hacer política alarmista, diciendo de un lado y de otro que no tenemos capacidad, o que la inactividad de varios días es dejar a un país en la ruina. Esto tiene mucho que comentar y habría que estar al caso concreto. También sabemos que muchas empresas reducen sus costes al tener economías de escala y expandirse. Visto lo anterior, y hablando ya de las empresas y de la ciudadanía, hay también indicios de factores como el de la paradoja de Lucas, o la teoría propia de los rendimientos decrecientes, de David Ricardo, que nos llevan a la conclusión que tanto el uso del trabajo como el capital, deben de ser aplicados de forma racional, y no de manera compulsiva, quiero decir con ello que las familias españolas deberían de haber sido instruidas al igual que las empresas no solo en el consumo e inversión exacerbados, que a veces también las lleva a vivir al día, sino también en el ahorro, en la búsqueda de este equilibrio, si se consigue, no siempre el Estado y la colectividad que paga impuestos religiosamente, tendrán que acudir in extremis, ante quienes no han sabido gestionar su familia, economía o empresa, de forma racional, es decir en condiciones normales aplicar el sentido común, y no me creo que de un día para otro una empresa solvente que lleva funcionando decenas de años o un autónomo, se declaren en la ruina, salvo excepciones, tal situación nos lleva a dos conclusiones o se vive al límite, o el empresario carece de solidaridad social, si bien hay leyes o instrucciones de la Unión Europea que invitan a las empresas a ejercer una responsabilidad social corporativa, medioambiental y económica en su gestión, que deben de ser aplicadas. Entonces algo exactamente no quedó claro, porque estar una semana, o dos sin actividad o trabajo, una empresa, autónomo, o familia, sin trabajar no siempre, por lo expuesto, ha de llevarle a la ruina, aunque existan casos puntuales que sí.

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