Ley animal

    20 oct 2021 / 16:48 H.
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    El Gobierno ha anunciado una ampliación presupuestaria de 100 millones de euros destinados a nuestro sistema de salud mental lo cual, justo es reconocerlo, fue una petición expresa y muy conveniente del líder de Más País, Íñigo Errejón, cuando prestó su apoyo a la investidura del actual presidente. Los psiquiatras españoles han protestado como insuficiente dicha dotación ante las altas demandas asistenciales que deben atender y nadie puede sorprenderse de sus protestas ya que todos somos conscientes de que nuestra sociedad lleva mucho tiempo sobrepasada psicológicamente. La clave de este desbordamiento no tiene tanto que ver con la pandemia —pues es anterior a ella— como con la despótica transición tecnológica a la estamos siendo sometidos y el equívoco que esconde: creíamos que las nuevas tecnologías habían llegado a nuestras vidas para mejorarlas, pero a lo que han venido, realmente, es a apremiarlas, a hostigarlas y a presionarlas hasta alcanzar los umbrales de la enajenación. Probablemente, habremos mejorado nuestro rendimiento y nuestra capacidad productiva se habrá multiplicado de forma significativa, pero eso no supone, ni mucho menos, que seamos más felices ni que nuestras vidas se hayan vuelto más cómodas. Las pantallas electrónicas y los que están detrás de ellas —aunque en realidad todos y cada uno de nosotros está detrás de una pantalla— han sabido darnos el “cambiazo” y trocar su lado amable por su parte más siniestra y explotadora; así que, como sociedad, nos estamos convirtiendo, como ya anunciara, profético, Julián Marías, en una enorme masa de proletariado electrónico dispuesta siempre a recibir la petición de un pequeño esfuerzo suplementario, de una pizca de atención más, para solucionar ese inconveniente imprevisto que se ha producido detrás de las pantallas (“muchas gracias, saludos cordiales”), sin importar, desde luego, ni el día, ni el momento, ni el lugar, porque el objeto de la explotación lo llevamos bien guardado en el bolsillo, está siempre a mano y no sabemos vivir sin él o, si no, por si acaso, tiene mecanismo de retardo y aguarda paciente nuestra disponibilidad. El filósofo Byung-Chul Han, de la escuela de pensamiento heideggeriana, analiza en “La sociedad del cansancio” (2010) ciertos aspectos del hombre occidental actual y el mundo en el que vive. Nos habla de la sobreexcitación a la que está sometido y nos advierte de que el exceso de estímulos positivos de todo tipo —de ocio, sociales, laborales—, incrementados aún más por el uso de las pantallas, está matando nuestra salud mental, con lo que el consumo de sustancias psicotrópicas para combatir la ansiedad y la depresión (haz y envés de una misma locura) está muy por encima del que se acredita para drogas como la heroína, la cocaína o las anfetaminas, aunque todas ellas forman parte de un mismo conjunto y una misma problemática. Byung-Chul Han concluye que, sobrecargado de tanto estímulo positivo, el hombre actual ha caído en la autoexplotación, como podemos observar en nosotros mismos apenas conservemos un ápice de instinto crítico. De esta manera hemos conseguido cerrar el círculo mágico: ya no hace falta una segunda instancia explotadora; nosotros mismos la suplantamos. Por esto, se hace necesario, entre todos los que aún conservemos un relámpago de conciencia y, sobre todo, por parte de nuestros poderes públicos y empresariales, imponernos el deber de hacer algo para revertir esta trágica situación porque, si no es desacertado, por regla general, quien de forma obsesiva y severa se autoexplota, termina por autodestruirse.

    No estorbes la obra de Dios: únete a Cristo, para purificarte; y siente, con él, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo su carne, y las ansias de una muerte en desamparo... Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado corazón. Dice San Josemaría. Y yo sigo: No estorbes tampoco la obra de la redención en la tierra, esta obra de redención entre los cristianos. Únete a Cristo de nuevo, y a todos los seres humanos, hasta hallar cobijo seguro en el inmenso dolor de esos, sus: llagados, maltratados y despreciados corazones. Y métete también en el costado abierto de esos: cuerpos y almas, vilmente atormentados. Únete a Cristo, otra vez más, y a todos los cristianos también. Siente, únete, participa y.... esta obra grande de redención y vida, es también tuya ¡muy tuya! Y además, encontraras: cobijo, calor, cariño, paz, alegría, felicidad y al fin: ese cielo nuevo, anhelo eterno de todo ser viviente.

    tengo una perra como mascota a la cual quiero mucho por su lealtad y buen comportamiento pero al estar preñada, me va a crear algunos problemas ya que vivo en un pequeño apartamento y no hay espacio para tanto animal. He visitado a varios veterinarios para practicarle el aborto pero todos se negaron. Al preguntar el por qué, me contestaron que por motivos de conciencia y porque la nueva ley animal no lo contempla. Entonces me dirijo al Gobierno para que cambie una u otra ley, ya que en honor a la igualdad, los niños no nacidos deberían tener los mismos derechos que los perros. Aquellos que están a favor del aborto y lo practican, deben su vida a la generosidad de una mujer que no pensó como ellos. Esto es para meditarlo ¿no les parece?

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