Mascarillas

    20 may 2020 / 16:26 H.
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    El pitido constante que reproducía aquel monitor le impedía dormir. Sabía que aquella enfermera había vuelto para comprobar sus constantes vitales. No era necesario que le comunicara el parte médico, sabía perfectamente cuál era su estado. A cada minuto que pasaba, su respiración se tornaba más pesada, ya no soportaba aquella opresión en sus pulmones. Dejó de luchar cuando notó en su rostro la mano de aquella joven, se rindió ante aquel enemigo invisible que había invadido su cuerpo. Su último esfuerzo lo empleó para apartar de sus fosas nasales aquel olor tan peculiar, el que le recordaba que se encontraba en la habitación de un hospital, entonces, aspiró profundamente la fragancia de aquella joven, que le recordaba al olor corporal de su estimada nieta. Aquello le produjo serenidad, precisamente la que necesitaba para iniciar su último viaje. Su mente se negaba a desfallecer sola, sin la compañía de los suyos, por eso se convenció de que aquella criatura era sangre de su sangre. Antes de exhalar su último aliento, pronunció el nombre de su nieta en un susurro ahogado. Aquella enfermera intuyendo cuál era su última voluntad, se abrazó a la anciana diciéndole: Te quiero, abuela.

    Hace muchos días, que con paciencia y sentido de responsabilidad hemos permanecido confinados en nuestras casas. Ahora ya tenemos unos horarios de salida y muchos católicos hemos estado esperando con ilusión que se abran y se pueda celebrar misas en nuestras parroquias. No creo que haya ningún problema que no se pueda solucionar para que sea compatible con el coronavirus. La mayoría de iglesias están preparadas y muchos sacerdotes han visitado enfermos y llevado a los hospitales los sacramentos. Pues la libertad para poder practicar nuestras costumbres y devociones con un algo de normalidad pondría un poco de paz dentro del caos en que estamos viviendo. Espero que lo tengan en cuenta.

    Estamos en estado de alarma y no por antojo, y los epidemiólogos recomiendan salvaguardar la salud pública con distanciamiento social. Aunque se puede discrepar y manifestar el desacuerdo, resulta paradójico que los manifestantes que estos días exigen “libertad”, además de tener todo y vivir en pisos enormes, ven a Franco con buenos ojos. Reclaman, por ser quienes son, poder moverse y reunirse —algo que todos tenemos lógicamente restringido—, dijeron a toro pasado que nos confinaron tarde y echaron pestes por la manifestación del 8M, cuando en España había 16 muertos y ahora con cerca de 28.000 exigen apiñarse. Incongruente. Por cierto, patético comportamiento de la presidenta de la Comunidad de Madrid alentando a la protesta contra “un mando único dictatorial” que coarta la “libertad de empresa” —la bolsa antes que la vida— mientras alerta de que esta manifestación “parecerá una broma cuando de verdad la gente salga a la calle”. Actuando así, parece el “miniyo” de Donald Trump.

    Y así lo creo, cuando he podido constatar sobre nuestros impuestos fiscales la fingida miopía del Estado español y los sucesivos gobiernos que se han ido instalando en Moncloa desde que murió Franco. Las grandes fortunas de España, o sea las del Ibex-35, bancos, muchísimos millonarios que se suman a otros nuevos, incluida la nada despreciable comisionada fortuna del monarca emérito, proveniente del contento de sus “hermanos” de la Arabia Saudí por su mediación en la instalación de su AVE, cotizan sus impuestos en paraísos fiscales, dejando inoperante a nuestra Hacienda pública, que año tras año, tiene que “tolerar” esa falta de ingresos de estos desleales cotizantes, que se enriquecen burlando a nuestro erario público, y de paso a la honesta asiduidad contributiva de todos los españoles. Ante esta vergüenza, el fraude fiscal estás servido y me duele en el alma recordar la mala praxis habida en la hucha de las pensiones de la Seguridad Social y el “famoso” rescate de bancos y cajas con dinero público, ya que son realidades a tener en cuenta ahora que tenemos el desastre mundial del covid-19 y sus graves consecuencias económicas, sociales y sanitarias, razón por la cual, a estas acomodadas oligarquías se las tendría que obligar a “cumplir” como cualquier otro ciudadano en sus obligaciones fiscales, sin temor a la insolidaridad de los citados aprovechados países, que a nivel internacional, por su amoral anarquía económica, debieran de ser intervenidos por el sistema judicial de la comunidad internacional.

    Me está costando Dios y ayuda encontrar en las farmacias mascarillas del tipo FFP2, FFP3 o Kn95 con válvula respiratoria. Huelga decir que en “en la selva online” se pueden conseguir sin problema. Pero, además de tener unos precios desorbitados, si decides comprarlas, debes ponerte al día en la legislación que regula las EPI, si no quieres llevarte a casa gato por liebre. El caso es que, a pesar de que ahora las farmacias se están abasteciendo sin problemas de mascarillas, siguen sin ser dispensadas con válvula.

    Cartas de los Lectores