Más razones, menos confrontaciones
Quiero acordarme de aquellos preciosos años en Jaén, disfrutando en más de 10 cines de verano como: Avenida, Belén, Estadio, Jaén, Jardín Cinema, Museo, Norte, Plaza de Toros, Rosales, San Lorenzo, Trianón y, Victoria. También los de invierno: Asuán, Cervantes, Darymelia, España y Lis Palace; creo que algún cine de los nombrados cerró entre los años 1950 al 1980. Recuerdo haber jugado al fútbol en los campillos del Portillo San Jerónimo, Ejido de Belén (actual Iglesia de Belén y San Roque), detrás de la cárcel (actual Museo Íbero), Campo de Peñamefécit y alguno más. También disfruté viendo jugar al Real Jaén en Primera División (años 1953 al 1958) y, varios años después en Segunda División, siendo socio varias temporadas. Igualmente me acuerdo de aquellas tascas y bares típicos como: Sanatorio, Los Manueles, Tejadillo, Refugio, Deportes, Tomás, Montemar, El Zurito, El Marqués, Serrano, El Hueco y 9 o 10 más muy buenos. Escuché flamenco en la Plaza de Toros y, en las casetas Condestable y Tres Morillas (en las Ferias de la Virgen de Agosto y San Lucas), en el Casino Artesanos, en los bajos de la emisora de Radio Jaén, en el edificio de la actual Caja Rural (en Paseo Estación, 3), en el local de exposiciones de Cajasur en avenida de Madrid, 11, en la antigua Peña Flamenca (bajos del Casino Primitivo) y en otros lugares más de la ciudad. Disfruté actuaciones en el Campo Hípico (Alameda de Calvo Sotelo). Existían salones de juegos de billar, se celebraban novilladas y corridas de toros, actuaciones de la Asociación
Lola Torres y actividades diversas de varios grupos musicales. Es muy importante reseñar que durante aquellos años, la vida era en Jaén mejor y más distraida que actualmente y solo estábamos unos 75.000 habitantes en esta preciosa ciudad.
Un hombre de cuarenta y tantos años, visiblemente alterado, interrumpió a gritos en la catequesis del Papa Francisco. La gendarmería Vaticana y la Guardia Suiza lo desalojaron del aula Pablo VI. Según el fotógrafo de EWTN Noticias, Daniel Ibáñez, el sujeto comenzó gritando en inglés: “Esta no es la iglesia de Dios” y luego dijo en italiano: “No más máscaras en la iglesia, esta no es la iglesia de Jesucristo...”; “La iglesia es santa, católica y apostólica...”; “Tú no eres el rey”. El Papa Francisco, al finalizar la catequesis, comentó lo ocurrido: “Hemos escuchado hace unos minutos a una persona que gritaba. Gritaba, porqué tenía algún problema. No sé si físico, psíquico, espiritual. Un hermano nuestro en dificultad”, dijo y continuó: “Pido oraciones por esta persona, por nuestro hermano que sufre. Quisiera terminar rezando por él: Pobrecito, si gritaba es porque sufre, tiene alguna necesidad. No sean sordos a la necesidad de este hermano”. El Papa ante el acontecimiento actúa con serenidad, incluso más: con misericordia. Se encuentra ante un caso un tanto extraordinario que le podía haber hecho perder el temple, pero no, el Papa Francisco ve ante todo el corazón de un hermano atribulado; pues ciertamente si esta persona llega a esta circunstancia es porque está atribulado por una fuerte y quizás penosa contradicción, por una gran duda. Quizás así teníamos que actuar nosotros en tantas ocasiones, pues cuando nos sucede un hecho parecido —y por supuesto de menos envergadura— nos ponemos enseguida furiosos, encolerizados y buscamos en la peligrosidad del hecho los agravantes para la condena del que así ha actuado. Pues pienso que podemos pedir, en este Día de la Candelaria en el que ha tenido lugar este hecho, que Dios nos conceda la grandeza de un corazón más bondadoso y misericordioso, lento a la ira y abierto siempre a la caridad. No buscar para los demás el castigo, si no la piedad generosa de un corazón enamorado de todas las personas. Donde haya odio —real o aparente— pongamos: amor, comprensión, cariño, cercanía, dulzura, y la tierna compasión de un padre o de una madre. Después en calma: se analizan y se juzgan los hechos; pero no se juzgan con la premura del atolondramiento, que siempre acaba en injusticia.
Estaban frente al Parlamento, donde se iba a votar para aprobar, aunque solo por los pelos, una pequeña rebaja de
la feroz reforma laboral del PP, en vez de abolirla, como había prometido este Gobierno. Eran cientos de ciudadanos, representantes de distintas organizaciones de trabajadores que querían protestar por recuperar sólo algunos de sus derechos laborales. Sin embargo, en vez de
hacer visibles sus justas reivindicaciones para convencer a sus opositores, la mayoría de ellos solo exhibían sus distintas banderas, signo de ordinario de preferencia sobre otros, incluso con quien a tu lado enfrenta a un mismo adversario. Las banderas —y más cuantas más sean— unen a unos, pero les diferencian, separan y, enfrentan de los demás. Distínganse si quieren los grupos por algún signo propio, pero, sobre todo, sean más razonadores y eficaces, expresando su parecer del modo ahí más efectivo, el mensaje escrito.