Fin de año

    28 dic 2021 / 16:31 H.
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    El pasado domingo, celebramos la fiesta de la Sagrada familia, y con ella la fiesta de todas las familias del mundo, especialmente las que creen en Jesucristo. Dadas las circunstancias actuales es importante hablar de la familia como pilar fundamental de la sociedad. Sin la familia es muy difícil que el mundo en el que vivimos marche bien; puesto que la familia es: el pilar que sustenta, es raíz que da vida, es el lugar en donde el amor —con más facilidad— se hace presente; además en la familia es donde se aprende a amar. Muy difícil sería entender el amor, si no existe una familia consistente que dé a nuestra vida: una estabilidad emocional, una paz, un sosiego, una escuela de aprendizaje, un lugar para la reflexión, y tantas cosas más como surgen de la familia. El hogar, es el sitio por excelencia: para convivir, para aprender a convivir y para obtener las fuerzas necesarias para afrontar las dificultades de la vida. La evolución de la vida de un bebé hasta convertirse en un adulto, requiere de ese “nido de amor” que es la familia. El padre, la madre, los hermanos, los abuelos, forman esa piña que todo niño necesita para ir progresando y para ir creciendo adecuadamente; adquiriendo: el conocimiento de las cosas del mundo; el conocimiento de su propio ser; el conocimiento de Dios; y tantos aspectos importantes que necesita conocer, referentes por ejemplo al comportamiento, y a la vivencia de las virtudes. Virtudes como pueden ser: la paz, la concordia, el diálogo, el cariño, la laboriosidad, el respeto, la tolerancia, la caridad con todos, la libertad, la religiosidad... Hoy por desgracia —en muchos sectores— la familia no está bien considerada, ni se ponen los medios adecuados para que la misma funcione bien; esto se debe —a veces— a que hay intereses partidistas para destruir a la familia, creando otro orden mundial, otra era, en la cual los pilares serían otros, y las finalidades serían otras muy distintas a las que la mayoría de los seres humanos aspiramos y queremos. Siempre hay en todo detractores, no todo el mundo está conforme, y algunos quieren buscar innovaciones que tantas veces nos llevan a la destrucción. Hoy se quiere adoctrinar a los jóvenes para convertirlos en esclavos de una sociedad perniciosa que solo beneficia a unos pocos, a costa de que sufran millones y millones de personas. Hoy por desgracia hay ideologías terribles, que si no ponemos remedio acabarán con el equilibrio de la sociedad y con una inestabilidad destructiva. Como resumen podríamos decir que no podemos ceder en esta defensa a ultranza de la familia, ni podemos ceder: en la libertad de enseñanza, ni en la libertad religiosa, ni en la adecuación de la ideología de género para que vaya acorde con la ley natural y con la ley divina. Estos principios son tan básicos que ningún cristiano, ni ninguna persona de bien, puede mantenerse al margen. El enemigo no da tregua y los defensores de la verdad tampoco la podemos dar. Dios está sobre todo. No podemos ceder. Ceder sería una triste traición.

    Este año el discurso real tenía un morbo especial: saber si su protagonista actual iba a coger el toro por los cuernos y hablar por fin de la fuga de su padre a Abu Dabi ante tantos y tan gran grandes y largos escándalos, dignos del Guinness; “hazañas” que superaron incluso las razones que tuvieron para salir corriendo del país de otros Borbones, tras escándalos a borbotones. Sin embargo, y aún siendo sustituida en parte por otros más jóvenes o curiosos, la audiencia del discurso del hijo de Juan Carlos bajó en tres millones, ni ocho millones, es decir, ni una séptima parte de sus sufridos súbditos. Estos tuvieron que comprobar que, realmente, no dijo nada. Solo el vacío sermón de siempre, de esos que ni tres cuartos de los católicos, incluso ni con bajo amenaza de tormentos eternos, va ya a escuchar los domingos.

    estas Navidades, un conocido personaje ha dado un conmovedor grito de alerta, para que no olvidemos el ayudar, al ser tantas las tragedias, a los más necesitados del mundo. Lo único malo es que lo dice desde un monumental complejo, con un trono de oro, siendo también dueño de un Banco y viviendo de las rentas de un incomparable Museo. De todo ello no da, al contrario de muchos otros multimillonarios, ni el uno por ciento a los pobres, a pesar de pretender ser el mayor representante de quien exigió a los suyos que lo bueno, lo “sagrado”, es que ayudaran a los necesitados como si fueran él mismo. Pero la inmensa mayoría de ellos, como María y José, tendrían a Jesús en un establo, al estar cerrados hoy también los incontables inmuebles vacíos de su “representante”. Para tranquilidad de los demás ricos, no cabe mejor ejemplo que la política adormecedora para los inocentes de ese montaje demagógico para el que se ha elegido oportunamente, como el mejor profesional, a un argentino, jesuita, que se autodenomina un segundo Francisco. Aclarémonos, porque no se puede servir a dos señores.

    Se acaba un año en el que estaba marcado como el de la recuperación, pero al final lo vamos a terminar con la cifra de casos más alta de la pandemia.

    Cartas de los Lectores