Regresar al pasado

    27 abr 2022 / 16:00 H.
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    El señor Sánchez, presidente del Gobierno de España, que es el gallo del corral, y la señora Robles, exjuez y actual ministra de Defensa de nuestras actuales fuerzas militares, todas ellas democráticas según dice ella, (hasta que se jubilan y ya dejan de serlo), están decididos a enviar una División Azul a luchar contra Rusia. No sabemos si los mandos de dichas fuerzas, serán ingleses o yankis y cuál será su objetivo y destino. Según ellos mismos manifiestan, parece ser que quieren democratizar parte del mundo trazado por la OTAN, y cada semana el gallo del corral visita Ucrania con uniforme de campaña. Se le olvidó visitar los campamentos del Sáhara donde no hay ni comida ni agua, ni los campamentos en Gaza bombardeados un día sí y otro también por el país más demócrata del mundo que se llama Israel y que ahora se ha hecho amo de Marruecos. Para colmo de democracia, ahora se ha descubierto el espionaje a dirigentes políticos rebeldes, que no tienen derechos, ni nuestros jueces superdemócratas con Espejel, Lesmes, Marchena, o fiscales especiales supersabios como Zaragoza, se los otorgarán, al contrario, intentarán echarlos y meterlos en la cárcel, aunque hayan sido elegidos por el pueblo, y mientras tanto los capullos de Podemos que destrozaron todos los movimientos sociales, ahora están confeccionando las listas electorales, que es lo más importante el mundo, quien va primero o segundo. Veremos si caminamos hacia una democracia o hacia una tiranía como en los años 40. Lo sabremos muy pronto.

    Conduciendo por Madrid, la radio me indicó que se estaba juzgando corrupción en Plaza Castilla a los políticos de las mascarillas más carillas. Llevando en mi coche una pancarta de protesta ciudadana al respecto “Políticos y obispos, castigo a podridos”, y habiendo pasado 15 días en clínica por la covid que las malas mascarillas propiciaron, me dirigí al lugar. Estaban allí 50 periodistas (bueno, fotógrafos). Me puse con ellos ante su puerta. Algunos de ellos me pidieron que me pusiera en otro sitio y lo hice. Allí me lo volvieron a pedir y lo hice de nuevo. A la tercera vez, visto que solo querían echarme, me negué. Un energúmeno me atacó entonces físicamente, me hizo caer sobre un banco e intentó en vano quitarme el cartel. Ninguno de los otros 49, supuestos demócratas, me ayudó, ni expresó su rechazo a maltratar tanto a un ciudadano, máxime de 86 años (a lo más dirán despectivamente que era “un pensionista” (no un doctor de la Universidad de París, un profesor, un escritor de docenas de libros, u otra profesión mía). Solo uno, una hora después, al pasar junto a él, lejos de los demás, intentó, paternal —aun siendo 30 años más joven— darme consejos; fue, digamos, 0,5 demócrata; los otros 49,5, probados antidemócratas. Recuerdo muy bien que al principio de la transición los periodistas respetaban a los ciudadanos y, como parte de la noticia, publicaban nuestras protestas en estos casos; desde la crisis del 2008, sobre todo, casi todos desaparecieron, por órdenes de los nuevos dueños de los medios de difusión que hoy nos manipulan. ¿Y el policía? Después de la agresión, y al reclamar en esa puerta del juzgado por uno, y explicarle el hecho, se negó a acomplejarme para identificar al agresor, diciéndome con una sonrisa impertinente (pues era contra su deber) ya lo haría cuando acabara el acto. Prefiero no adjetivar su conducta, ni aclarar si le fotografié a él y al periodista salvaje, ni denunciar los hechos, dada la larga y triste experiencia al reclamar mis derechos constitucionales desde que se proclamaron tras la muerte de Franco, pero no de algunos vivos que, como estos, siguen actuando como antes contra los ciudadanos.

    volvamos nuestros ojos a España o a cualquier nación europea y no encontraremos ni la mas pequeña aldea en la cual no exista una iglesia, capilla o lo que sea, lo cual quiere decir que en esos tiempos pasados lo primero en todas las naciones europeas era la religión cristiana, y su vida y sus leyes concordaban con los mandamientos divinos; esto no quiere decir que la sociedad fuese perfecta, condición que solo Dikos tiene, pero la convivencia, la fraternidad de la mayoría se cimentaba en su fe en Cristo, su Dios y Salvador, y toda su vida estaba orientada haca su final, pues fruto de aquella fe era la espera de alcanzar la vida eterna. Han ido pasando los tiempos, aquella fe ha ido disminuyendo, pues a medida que se producía un incremento en el orden material se producía una disminución de la vida religiosa. Me gusta escribir experiencias propias, porque los hombres cada uno podemos tener nuestras ideas, pero lo que es indiscutible es que en España, y además de haber sufrido una guerra con miles y miles de asesinatos por el mero hecho de ser cristiano, hayamos llegado a la situación actual. La Iglesia católica ha sufrido y sufre una crisis terrible, en muchos lugares ya no es la Iglesia que Cristo fundó, donde lo primero es amar a Dikos y luego al prójimo, se han humanizado, desacralizado tanto que solo se haba del bien material, de la calidad de vida... Y así vemos cómo se quiere establecer un plan denominado 2030, donde se habla de una sola Iglesia universal, sin Dios.

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