La eutanasia
que llega

02 ago 2019 / 10:00 H.

En estos momentos de incertidumbre política y social, tengo la obligación de expresar mis convicciones sin la intención de convencer, solo de razonar y poder aportar vías para el diálogo y entendimiento entre todas las ideas. Hay que luchar contra la traición de la razón, entregada y muchas veces manipulada por los medios, a la ciudadanía. Hay que apoyar y preservar lo ordinario y común en el hombre. Amor al saber, querer conocer y una fuerza alentadora en ese fin, que es la libertad ¿Cuándo llegaremos a comprender esto? Verdadera- mente la formación en libertad, sin manipulaciones ni censuras, hace que el individuo posea conocimientos para poder discernir y argumentar a los demás, siempre en el respeto. Es el momento de estar atento porque los movimientos que incitan al odio, por su condición despreciable, son más violentos que los conciliadores y pacíficos. Nuestra sociedad se interesa muy poco por todas las expresiones políticas tan importantes en cada ciudadano. Si no participamos de forma activa en la política, en los problemas de nuestra casa en común, poco o nada podemos exigir para erradicar las actitudes de mala gestión, corrupción etcétera, que llevamos soportando tantos años y que se quiere difuminar por los intereses partidas de nuestro espectro político. Cuanta más ilusa esté la ciudadanía más sencilla resulta seducirla, engañarla ¿No nos preguntamos hasta qué punto ha progresado el emponzoñamiento provocado por años y años de propaganda en contra de nosotros mismos? ¿Por qué se ha consentido que ese odio se haya expandido por todos los rincones de nuestro país?

Un hombre joven con un niño de tres años en brazos iba pegado a la pared por su acera izquierda. De repente, dando un giro de 180 grados, hizo el gesto de tocar al telefonillo de un portal, pero continuó y siguió andando de inmediato. Un viandante que iba detrás suyo se lo reprochó, a lo que el contestó: “No toqué de verdad, era un juego para el niño”. “Si no quiere que le tomen por un desvergonzado y un mal ejemplo para su hijo y quienes puedan verlo, no actúe como si lo fuera”. Tras hacer un gesto de agresividad, el hombre con el niño continuó su camino, indignado como también lo estaba su crítico. Nuestra convivencia ciudadana sería más agradable si en las escuelas se enseñara mucho más a ser educado y a parecerlo, pero en muchas esto no se hace ni en broma.

Un notición me ha hecho recordar la excusa de un obispo español ante la pederastia clerical: “¡Si es que hay niños que van provocando!”. Porque esos mismos jerarcas exigen “respeto” a sus oponentes cuando estos critican, no ya la Biblia, sino las fábulas piadosas que inculcan a sus fieles. Pasemos por altos 63 dedos esparcidos como reliquias de Juan el Bautista, las múltiples gotas de leche de la Virgen María desparramadas en tantas iglesias, los muchísimos sagrados prepucios del Niño Jesús o las divinas plumas y hasta huevos del Espíritu Santo. Solo muy pocas de esas ridiculeces han sido reconocidas como tales y retiradas. Peor aún, no solo se mantienen, sino ahora el notición es que el mismo Papa Francisco abre ahora nada menos que un año jubilar para fomentar la fe en que la Casa en que vivieron Jesús, María y José; se dice que cuando invadieron Palestina los mamelucos fue trasportada por los ángeles a Croacia y después a Loreto. Ese dogma, es decir, en griego, esa verdad, grande como una casa, ha merecido que Nuestra Señora de Loreto sea proclamada patrona de la aviación, a pesar de tantos y tan trágicos accidentes. Vamos para atrás, porque hace ya tiempo se descubrió que San Cristóbal, que transportó al Niño Jesús, no era sino un gigante mitológico y el clero lo borró como un chocante patrono de los automovilistas ¡Si es que van provocando!, decía.

Si se cumplen las previsiones de la agenda política de Sánchez, una de las primeras medidas será la despenalización de la eutanasia, es una exigencia de Pablo Iglesias, una práctica que plantea graves problemas médicos y morales. En este contexto la Fundación Villacisneros, ejemplo de cómo la sociedad tiene una voz ante los problemas del presente, organizó una mesa redonda con destacados especialistas en medicina paliativa. Una respuesta a la artificial argumentación de una propuesta que no tiene en cuenta aspectos esenciales del progreso de la medicina en cuidados paliativos, la lucha contra el dolor y la cultura del acompañamiento. Para el doctor Carlos Centeno, de la Clínica Universitaria de Navarra, cada año fallecen en España 22.800 personas que hubieran necesitado cuidados paliativos. La solución a los problemas de los enfermos terminales y crónicos pasa por la buena medicina, por mejorar sus condiciones de vida y por una propuesta de sentido encarnada en un verdadero acompañamiento. Todo ello más positivo y más humano que una ley que permita, cuando no obligue, a acabar con ellos.