El año santo de la misericordia
Comenzó ayer, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Jubileo de la Divina Misericordia. 2016, será el Año Jubilar de la Misericordia, al que el Papa Francisco nos ha convocado a todos. Él nos dice: “Hay momentos en los que de un modo más intenso, estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia, para poder ser también nosotros mismos, signo eficaz de la obra del Padre. Es por esto, por lo que he anunciado este Jubileo, como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes”. El Papa ha querido fijar bien el significado de esta palabra, que recorre las páginas de la Biblia: “Misericordia”. Es la palabra que revela el Misterio de la Santísima Trinidad. “Misericordia” es el acto último y supremo con el que Dios viene a nuestro encuentro. “Misericordia” es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona, cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. ”Misericordia” es la vía que une a Dios y al hombre porque abre el corazón al amor mutuo, aunque estemos al límite de nuestro pecado. “Misericordiosos como el Padre” es el lema del Año Santo. Subraya el Papa: “En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios nos ama. Él da todo de sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con todos”. “Haber recibido nosotros la misericordia del Padre, que se acerca hasta besarnos en su Hijo Jesucristo, nos invita a ser testigos de esta experiencia. Por ello, el Maestro nos susurra, como una exhortación cariñosa: “Sed misericordiosos como mi Padre”. “La misericordia es como un inmenso y caudaloso río; su fuente es la Santísima Trinidad. La Iglesia es el lago donde se remansan sus aguas, para que todos podamos beber; pero no basta con satisfacer nuestra sed. Todos estamos llamados a llevar este agua a los que nos rodean y la necesitan. Estamos enviados como misioneros de la misericordia. En este Jubileo, invocaremos con devoción filial a María: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y sintiendo su cálida mano sobre nuestro hombro, saldremos por los caminos de la vida, como misioneros de la misericordia para que, como Ella profetizó: “La misericordia llegue a sus hijos de generación en generación”.