Con el triste 13-N en la memoria

09 dic 2015 / 20:41 H.

Dentro de apenas unos días, el próximo domingo, habrá pasado ya un mes desde los atentados que una noche sobresaltaron París y a todo hijo bien nacido del mundo entero. A los pocos días de aquellos sangrientos ataques, el primer ministro francés, Manuel Valls, advirtió sobre el peligro de un ataque terrorista con armas químicas. Nadie pone en duda que desde su posición de responsabilidad, con todos los asesores que le rodean, en materia de seguridad sobre todo, nadie duda de que posea información fidedigna. Pero, con el paso de los días, cualquier persona de a pie se pregunta hasta qué punto era necesario y, sobre todo, eficaz, generar ese tipo de alarma y temor en la población que, a fin de cuentas, es lo que pretenden los terroristas.

Al Daesh, brazo armado del autollamado Estado Islámico, se le puede y se le debe descabezar en Siria e Irak, cortando de manera radical la principal vía de financiación de estos terroristas que, como todo el mundo sabe, es el petróleo. Con una pequeña dosis de unidad y de voluntad política se podría lograr, sin necesidad de bombardear a diestro y siniestro.

Como acaba de decir el propio Dalai Lama, me parece que es importante dialogar con las autoridades musulmanas para que se involucren más intensamente en la deslegitimación de la violencia. Solo desde la unidad y la firmeza de la democracia se podrá derrotar a quienes pretenden que la sociedad civilizada acabe con el modo de vida que han logrado a lo largo de los siglos. Por eso, aunque vivamos en una provincia que parece que está fuera de todos los mapas y a la que nadie presta atención, no debemos abandonar el espíritu reflexivo sobre esta cuestión. Todos somos París.