Una llamada de atención

05 ago 2019 / 10:03 H.

Con motivo del “Día Mundial contra la trata de mujeres” que tuvo lugar el 30 de julio, podemos resaltar tristemente que España es uno de los principales países de destino de la trata de mujeres con fines de explotación sexual, y que la mayoría de ellas son jóvenes de entre 18 y 25 años, que provienen de Nigeria (65 %), Rumanía, China, Brasil y Bolivia. Se alerta de que las cifras que se conocen son solo una pequeña parte, pues se detecta la falta de denuncias por parte de las víctimas, debido lógicamente “al miedo y a la sumisión a la red de trata”. Nos indican también los informes del escaso conocimiento y formación en temas de “trata” por parte de los servicios sociales de la administración pública. Cosa por otra parte increíble, dada la gravedad y el elevado número de esos asuntos en España. A pesar de estas dificultades, el informe reconoce que en España hay proyectos que contribuyen a la identificación, protección e integración de las víctimas. La Fiscalía de Extranjería también advierte de que, en España, se esclavizan mujeres procedentes de prácticamente todas las partes del planeta. En un informe se añade que desde 2012 han sido identificadas en España víctimas de más de 60 países entre las que destacan las relacionadas con la explotación sexual (86%), seguidas de la explotación laboral (9%) y la mendicidad (3%); y por debajo del 1% están los matrimonios forzosos y otras actividades delictivas. Y explica el fiscal de extranjería, Joaquín Sánchez-Covisa: “Se logra la captación de estas mujeres valiéndose de su patente necesidad, escasísima formación y evidente pobreza. Y son vendidas, torturadas, golpeadas, marcadas, humilladas, amenazadas y coaccionadas de todas la maneras imaginables para vencer su resistencia a ser explotadas”. Otras son captadas con engaño, con falsas promesas de desarrollar un trabajo, de tal forma que la víctima se compromete a pagar una cantidad “exorbitante” de entre 30.000 y 50.000 euros, que deberá satisfacer en los plazos que le señalen. Una atrocidad manifiesta. Otro de los problemas a los que se enfrentan los expertos es a la poca posibilidad de integración de las víctimas en la sociedad española que tiene su origen en la falta de recursos, el desconocimiento del idioma, el bajo nivel educativo, la baja autoestima, resultado de la pérdida de dignidad, el miedo y la angustia psicológica, debido a las amenazas. Da pavor pensar que España sea pionera en este tipo de actividades esclavizantes, delictivas, denigrantes, humillantes e indignas. Realizadas y organizadas por miserables sin escrúpulos, por malvados y por seres indecentes e inhumanos. Por otro lado no entiendo como los partidos políticos que, según ellos, se consideran progresistas: PSOE, IU, Podemos, etcétera; y las mujeres, según ellas, progresistas y feministas, —tantas en este país y que tanto ruido hacen,—no se manifiesten abiertamente. Da que pensar.

En una ciudad polaca se ha organizado un ciclo de conferencias con un título que incluye las palabras que encabezan estas líneas, seguidas de estas palabras: “tres valores a recuperar en Polonia”. A recuperar, no sólo en Polonia, sino en toda Europa y también, y muy especialmente, en España. Y no como “valores”, que cada uno tiene los suyos y nadie sabe exactamente en qué consiste el “valor” que cada uno tiene, y al que cada uno le da el significado que se le ocurre hoy, o se le ocurre mañana. “Valor”, aparte del significado que le vincula a “valiente”, es una palabra en la que cabe todo lo que se le ocurra a quien la use, en el sentido más subjetivo y sentimental. Historia, religión y familia, no son sencillamente “valores”, son realidades llenas de vida, verdades que necesitan, sin duda, ser restablecidas en su verdadero significado, si queremos vivir en una sociedad acogedora y pacífica, y amar la tierra en la que nos han engendrado nuestros padres, en la que Dios ha previsto nuestro nacimiento. Historia, y no “memorias históricas” al uso de cada cual. Y en España, por ejemplo, su historia real sería imposible de entender si nos olvidamos de los romanos, de los visigodos, de la Reconquista, del descubrimiento de América y su evangelización, de la vuelta al mundo, de las Filipinas, de todo nuestro Siglo de Oro, de las catedrales que levantaron la fe de nuestros antepasados, de los santos y santas y hasta de la Escuela de Salamanca, etcétera, es imposible de entender. Sería, en definitiva, una historia “del descarte” de su propia identidad, de su propia realidad. Religión, y me refiero a la revelada por Dios mismo, la cristiana, que nos vincula a Cristo Nuestro Señor, Dios y hombre verdadero, que fundó la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, para que transmitiera íntegra esa religión por los siglos de los siglos. Cristo nos ha manifestado el amor de dios creador y padre. Familia, si no recuperamos la verdad fundamental de la realidad de la familia: hombre y mujer, abiertos a la vida, la palabra familia pierde todo sentido y significado. Todo su aroma.

Ante el nuevo récord de desplazados producido durante el año 1918, es conveniente tener en cuenta, como ha insistido el Papa Francisco: “El auténtico desarrollo es aquel que pretende incluir a todos los hombres y mujeres del mundo, promoviendo su crecimiento integral, y preocupándose también por las generaciones futuras”. Ese viaje al paraíso, que se plantea el propio refugiado, y que con mucha frecuencia suele traicionar a las expectativas de esta humanidad tan herida, debe ser una llamada de atención a la conciencia de todos.