Domingo como sinónimo de día de descanso

19 jun 2016 / 17:00 H.

Las letras dan vida a aquellos que juegan con ellas”. (Basado en hechos reales). Es domingo y no tienes nada que hacer, o al menos no deberías hacer nada porque el domingo, entre otras cosas, se hizo para descansar. Según el diccionario, descansar es: cesar en el trabajo, reposar, reparar las fuerzas con la quietud o sea, traduzco, echarse a la bartola. (Y que el Bartolo me perdone, porque nada tiene que ver con su mujer). Pero, ¿qué se puede hacer para hacer algo sin hacer nada al mismo tiempo? No te engañes porque no hacer nada ya es hacer algo. Para una persona que baila con las letras, y juega con ellas a diario sin que ello represente trabajo alguno u obligación, esto es entretenimiento, y este hecho sí es compatible con el domingo, bajo mi punto de vista. Te dispones a jugar una gran partida con las letras. El tablero de juego es un folio en blanco, o varios. El abecedario en tu mente: las fichas, y tus manos son las encargadas de barajarlas, y darles forma a través del significado lingüístico, con arreglo al idioma natal de la persona que juega. Sólo falta saber la pieza musical que vas a interpretar y bailar después con las palabras, o dicho de otra forma: sobre qué vas a escribir. A la mente no te acude tema alguno, pero las ansias por bailar con las letras son más fuertes que cualquier presunto tema para jugar con ellas. Cierras momentáneamente los ojos y tratas de visualizar el tema, y lo ves todo negro, como el futuro, si esto no cambia. Abres los ojos, y el folio en blanco te deslumbra, es como el flash de la cámara fotográfica. A veces piensas que todo está dicho, que todo está escrito, y que no vas a descubrir nada nuevo. ¿Hablarás de ti? No. Sería poco original por mi parte hablar de uno mismo, máximo sabiendo que nada nuevo se ha introducido en tu vida en los últimos tiempos. No, todo no está dicho, falta algo. La mañana dominical, poco a poco, va transcurriendo y la música no da comienzo. Los dedos empiezan a impacientarse, y hasta son capaces de ponerse a bailar sin tu consentimiento. Es como cuando vas a dar un paseo y no sabes donde ir y las piernas comienzan a caminar, siempre acabas en el parque. En una de esas que vuelves a cerrar los ojos para tratar de visualizar el tema, la mente comienza a relajarse, pierdes la noción del tiempo y te quedas tan dormido como un diputado en las Cortes. Totalmente obsoleto.

En el exterior de tus sueños hace una temperatura sofocante: 37 grados a la sombra, y es la segunda ola de calor que procedente del Sahara nos viene a visitar. ¡Viva el verano! Te das un baño para refrescarte y te diriges al escritorio totalmente decidido a dar forma a las palabras por medio de la escritura. Pero, cuando te dispones a hacerlo, recuerdas que aún estás dormido, y entonces al igual que ocurre en los sueños, decides despertar. Cuando despiertas no sabes cuánto tiempo ha transcurrido, hasta que miras la hora... ¡Narices, cuán tarde es! Piensas que todo está perdido y que el domingo tiene tintes de fracaso. No has logrado encaminarte por la senda de lo no escrito, y ya te da lo mismo, coges el bolígrafo, apuntas hacia el folio en blanco y “Es domingo y no tienes nada que hacer, o al menos no deberías hacer nada porque el domingo, entre otras cosas, se hizo para descansar”.

Nota: Me hace mucha gracia cuando alguien que quiere iniciarse en la escritura me pregunta: Y ¿sobre qué escribo, si no se me ocurre nada? Me río, aunque no debería hacerlo. Le contesto: escribe sobre la vida, porque de ella y sobre ella, escribimos todos.

La próxima vez escribiré sobre el vacío de un día sin inspiración, o sea sobre “nada”, porque esta palabra, paradójicamente, dice mucho y está repleta de significado, y sobre ella no se ha escrito prácticamente “nada”.