Sorpresa
En los resultados de las elecciones generales de diciembre de 2015 los ciudadanos se pronunciaron contra el rodillo de las mayorías absolutas y pidieron diálogo a las fuerzas políticas que obtuvieron representación parlamentaria. Después de seis largos meses de incapacidad negociadora, desoyendo el mandato popular, anteponiendo intereses partidistas a los generales del país, los políticos nos han llevado otra vez a las urnas, pero nuevamente hemos dicho que queremos un gobierno de consenso, en el que las decisiones que afecten a nuestro estado de bienestar se adopten con la participación y el acuerdo mayoritario de los que han obtenido la confianza del pueblo. ¿De qué han servido estos meses de incertidumbre e inestabilidad política y económica? Solo para saber el significado de “sorpasso”, palabra italiana utilizada por unos “adanes demócratas”, bajo el pretexto de la confluencia ideológica de sus formaciones, para convertirse en la nueva izquierda española. Sin embargo los ciudadanos, hartos de charlatanes y vendedores de humo, han dado la sorpresa a los que ya se habían repartido los sillones del Consejo de Ministros, enviándolos a la frustración y el ostracismo. De esta realidad deberían tomar nota los que en la anterior y fallida legislatura intentaron formar gobierno con los descamisados en apariencia, porque a ellos también les han pasado factura en los diputados ahora obtenidos.
Los partidos proclaman que sus decisiones estarán siempre presididas por el interés general de los españoles, pero al día siguiente de las elecciones vuelven a mirarse el ombligo y anunciar que no harán nada que favorezca la constitución del gobierno que tanto necesita España, a no ser que sus respectivos líderes sean quienes lo presidan. Los unos, argumentando ser los que más escaños han obtenido; mientras los otros, recordando casos de corrupción, políticas antisociales. Todo excusas hipócritas. La soberanía popular, manifestada en las urnas, por segunda vez demanda a la clase política diálogo y consenso para salir de la crítica situación económica en la que nos encontramos; para una efectiva justicia social entre sus ciudadanos; para que España recupere el puesto que le corresponde en los foros internacionales; para borrar para siempre la corrupción. Esto es lo que interesa a los españoles y no quien sea el inquilino de La Moncloa.