El encanto de la sencillez

09 jun 2016 / 17:00 H.

Probablemente no hay nada más chocante que ver a quienes se vanaglorian constantemente de sus propios logros, cualidades y posibilidades. Una personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable. La personalidad sencilla es única, sin adornos ni artificios, no le hace falta mostrar sus posesiones y cualidades, porque son evidentes y naturales. La sencillez nos enseña a saber quiénes somos y lo que podemos. Una persona que era muy rica y con grandes dotes intelectuales y sociales. Y sin embargo decía: “Detesto a las personas sofisticadas”. Y las detestaba porque precisamente en su medio social veía lo peor de la miseria humana: Altivez injustificada y grosería constante ante la servidumbre. La cultura superficial de hoy, a veces, quiere hacernos creer que valemos: Por nuestra ropa, por nuestros coches, porque somos poderosos, porque podemos humillar; pero precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que caracteriza a nuestra sociedad. La persona humana está dotada de inteligencia, cualidades y habilidades. Pero ¿para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia? El progreso interno, donde nosotros crecemos, es en verdad lo importante. No llegar nunca a la ostentación, el efecto de estas ostentaciones son la altivez y el menosprecio. La sencillez no es mendicidad, ni suciedad, ni abandono. La sencillez es tener lo que se necesita, pero sin caprichos superficiales.

¿Qué hacer para ser sencillos? Manifestaciones: Respecto a nuestra forma de hablar, utilizar con mesura la palabra, evitar hacer referencia en todo momento a sus logros, aciertos y reconocimientos alcanzados. Por dignidad, omitir toda manifestación ostentosa de su inteligencia, habilidades y bienes materiales.

La sencillez es tener modales que no sean artificiosos. La sencillez es cortesía, la altivez grosería. Es importante la forma en la que se aprecian los bienes materiales, porque la sencillez nos hace: Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son necesarios, evitando el lujo inútil. La persona sencilla no menosprecia a nadie. Aprecia a las personas por lo que son, lo cual permite un diálogo amable y una amistad sincera. Siempre se puede contar con las personas sencillas. El valor de la sencillez nos ayuda a superar el deseo desmedido por sobresalir y por sentirnos admirados. Nuestro interior, nuestro corazón es lo que verdaderamente cuenta. Una persona sencilla, llega más y mejor al corazón. Y entiende mejor la ternura, la delicadeza, el cariño, la naturalidad y la cordialidad de la que nos habla el Papa Francisco. Fuente: Encuentra.com.