Censura

    21 sep 2020 / 17:04 H.
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    La infinitud siempre nos lleva a la idea de Dios. Dios es en sí mismo infinitud. Y Dios existe en su propia infinitud. La eternidad también nos lleva a Dios. La eternidad es la “órbita” de un “para siempre” que no tiene ni principio, ni fin. Sin Dios no habría eternidad. La eternidad es inherente a Dios: Es su esencia. Es el lienzo donde dibuja su obra maestra. El pedestal de su grandiosa escultura. El cosmos hegemónico. Su gran maravilla. El firmamento estrellado. El sol. La vida. Si por el contrario Dios no nos lleva a la infinitud tampoco se podría entender nada, y si Dios no nos lleva a comprender la eternidad tampoco se aclara nuestra mente ante este laberinto infinito y eterno en el que vivimos nos movemos y existimos. Cuando uno contempla el cielo, el firmamento material, físico, puede descubrir ya la inmensa grandeza que en él se contiene, pero esa grandeza no es aun alcanzable para la mente. Allí no podemos ir ni material, ni espiritualmente, dadas nuestras limitaciones. No podemos recorrer esos senderos paradisíacos que cada día al pensarlo nos llena de asombro. Todo esto, sin Dios no se comprende... ¡Sin Dios!: ¡Sospechamos que! Pensamos que! ¡Creemos que! ¡Parece ser que! Todo son incertidumbres, interrogantes. El escaparate de este mundo: inmenso, grandioso, bello, solo tiene sentido para nosotros si Dios desde su magistral cátedra nos lo explica; para que de esta manera podamos entender el porqué y el paraqué de todas las cosas: del obrar, del existir, del ser; de lo grandioso y de lo minúsculo. Muchas veces nos quedamos con una visión muy parcial y muy pequeña de lo que, por ejemplo, es el amor; porqué el amor sin la amada presencia del Amado es solo una pequeña golosina que en una brevedad minúscula se acaba sin más. El amor sin Dios pierde su esencia; pero con el sello de la eternidad, con el sello de Dios, ese amor se engrandece, se convierte: en la maravilla que es, en el fundamento de un existir apasionado, en el éxtasis de una creación llena de vida. La verdad, el bien, el cariño, la ternura, la bondad, la belleza, la alegría, la dulzura, la felicidad son fruto del amor eterno. Nada se entiende sin considerar que el amor: es fuente, es manantial, es semilla, es vida. Si no somos capaces de entrelazar la eternidad con Dios y a Dios con el amor, todo es un castillo de naipes que se viene abajo con una velocidad de vértigo. Todo es nada y menos aún que nada si no es útil para conectar nuestra vida y la de los demás con estas realidades. Vive en Dios y entenderás la eternidad. Vive en la eternidad de Dios y entenderás el amor.

    La revista francesa Charlie Hebdo —que hoy tiene su redacción en un lugar secreto— publicó otra vez, el miércoles 2 de septiembre, las caricaturas que fueron la excusa de los yihadistas para el atentado en 2015. Dos de sus periodistas las reprodujeron en Instagram y luego, el domingo, sus cuentas fueron desactivadas. La dibujante Coco y la periodista Laure Daussy se quejaron. “Probablemente es un hackeo o una campaña de denuncias masivas, una nueva forma de censura. Alucinante”, escribió Daussy. Instagram les avisaba: “Su cuenta ha sido desactivada. Siga los siguientes pasos en un plazo de 30 días para solicitar una revisión”. Muchos se quejaron. Mathieu Delomier, concejal en la comuna de Cars (Gironda), comentó: “¡Es increíble que en 2020 se desactive una cuenta por la portada de #CharlieHebdo!”. La ministra de Cultura apuntó: “El derecho a la blasfemia no puede ser reducido. Es un derecho en la república secular de Francia, debemos luchar para que sea respetado”. El viernes, antes del suceso, el presidente Macron se había pronunciado en apoyo de Charlie Hebdo. La libertad en Francia incluye “la libertad de creer o no creer. Y esto es inseparable de la libertad de expresión hasta el derecho a la blasfemia”, dijo. Horas después, Instagram restauró las cuentas argumentando que se suprimieron por error y pidieron disculpas. Daussy celebró su regreso y volvió a publicar la imagen. “Mi cuenta había sido desactivada por los robots de Instagram, tras una campaña masiva de los que querían censurar la portada”, escribió. “Todavía existe el problema de estas campañas, tan pronto como un contenido es considerado ’ofensivo’, lo que puede conducir a este tipo de censura absurda y automática”, prosiguió. A ver, la propiedad privada implica que cada uno hace con ella lo que quiere. Por tanto, cada medio tiene derecho a publicar, o no, lo que le venga en gana porque de no ser así, si cada uno se viera forzado a publicar lo que otros quieren qué sentido tiene ese medio. ¿Qué sentido tiene, por caso, una revista dedicada a los animales si es forzada a publicar notas sobre vegetales porque alguien que envió esa nota se siente “censurado”? La libertad de prensa existe cuando nadie, ni el gobierno, impide coactivamente la publicación de algo. Nos guste o no, una sociedad madura debe aborrecer aquello que es negativo para la vida, pero, al mismo tiempo debe respetar incluso a los que creemos que difunden cosas negativas. Poner al Estado o a un tribunal a juzgar qué es dañino y qué no, es peligroso porque los políticos usaran ese argumento para censurar lo que les disgusta. Pero, en tanto no exista un impedimento coactivo quienes tienen una idea distinta pueden expresarse en otro medio o fundar el propio. Claro que esto parece ideal porque los Estados suelen regular los medios y no es fácil fundar uno propio. Por caso, muchos países para montar un canal de TV exigen autorización del gobierno que impone un cupo máximo, y luego un grupo compra todas las licencias y se transforma en el único emisor de TV.

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