¿Reformulación del sacerdocio?

    15 sep 2019 / 11:09 H.

    Hoy en muchos hogares es frecuente que los padres y las madres, o al menos las madres que son las que tienen que batallar más con ellos, teman a sus hijos, y paulatinamente debido a esto acaben siendo esclavos de ellos. Esclavos de sus caprichos, esclavos de su forma de vida; esclavos de sus impertinencias, de sus desórdenes. En la vida del hogar los niños son el centro sobre el que gira todo. Los gastos están supeditados a sus necesidades. Las salidas supeditadas a si ellos tienen o no gana o tienen otros proyectos. En muchos casos ellos son los que dicen cómo debe de ir el funcionamiento de la casa. La comida tiene que ser a su antojo. Y por supuesto las malas notas del colegio son culpa de los profesores, con los que tienen que hablar habitualmente los padres o madres pidiéndoles explicaciones. Dado lo cual los profesores también se convierten en esclavos. Por supuesto que estos jóvenes no ayudan nada en casa. ¡Ya se entiende, son los dueños! El respeto brilla por su ausencia. Los malos modales son la tónica general. Las voces proliferan y son el medio tradicional de comunicación. La televisión, los móviles, internet siempre tienen que estar a su disposición. Los padres les deben dedicación exclusiva, para que los lleven o los traigan a los sitios a dónde quieren ir, sin que los padres puedan tan siquiera preguntar a dónde y porqué. Los padres en esta situación viven una pesadilla continua por el hecho de traerlos a la vida. Muchas depresiones de padres y madres son fruto de esto. Por supuesto en este ambiente el amor no existe, ni el cariño, ni la delicadeza, ni la comprensión, ni la cordialidad. Las casas son comunas con jefe de tribu que con los niños. Además tienes que pensar igual que ellos, pues sino también se molestan. Tu ideología o tus ideales han de ir en consonancia con sus caprichos. Si quieren una moto, aunque sea peligrosa, hay que comprarle una moto pues no se les puede contradecir, ni explicar nada, ni razonarle nada, pues enseguida te insultan llamándote viejo o anciano o retrógrado. Y cuando se van convirtiendo en adultos nos empiezan a culpar de su fracaso escolar diciendo quizás que no le ayudábamos o que no nos enfrentábamos suficientemente con los profesores. Además con ese carácter en la mayoría de las ocasiones no encuentran trabajo lo cual es también culpa de los padres que tienen que aguantar para que el joven no se enfade, y además darle los caprichos; unos caprichos cada vez mayores para que lleven una vida a su gusto. Y la liberación de estos padres con respecto a estos hijos en muchas ocasiones nunca llega y la salud queda maltrecha por todos estos avatares de años y años. Es una gran pena que nos tengamos que encontrar con situaciones de este tipo, pero quizás sean más frecuentes de lo que parece, lo cual nos hace caer en el hondo pozo de una vida atormentada y cruel a la que la sociedad tampoco sabe dar respuesta. Aunque también es cierto que en ocasiones es la misma sociedad la que origina estos declives familiares.

    Lo que en la Amazonia se plantea como un problema práctico, en Occidente algunos lo ven como un precedente en una reformulación del sacerdocio. Cómo llevar la predicación y los sacramentos a comunidades católicas en las selvas amazónicas es un problema práctico, que puede quitar el sueño a sus obispos pero que no tiene gran gancho periodístico. Pero si entre las Medidas propuestas se menciona la posibilidad de la ordenación de hombres casados, entonces todo es distinto y parece que estamos a las puertas de un cambio revolucionario. Así ha ocurrido con motivo de la presentación del documento preparatorio del Sínodo de Obispos sobre la Amazonia, previsto para el próximo octubre. Para valorar la novedad, no conviene perder de vista que en la Iglesia católica ya hay sacerdotes casados. Las Iglesias católicas de rito oriental, unidas a Roma, cuentan con sacerdotes casados y con sacerdotes célibes, tradición que se ha mantenido. Y que tampoco está exenta de problemas, como advertía Sviatoslav Shevchuk, arzobispo de Kiev y cabeza de la Iglesia grecocatólica de Ucrania . Igualmente, también en el mundo anglosajón hay antiguos clérigos anglicanos, episcopalianos, luteranos y otros que estaban casados al convertirse al catolicismo y a los que se les ha permitido seguir como sacerdotes católicos. Tampoco puede decirse que sea la primera vez que se debate esta propuesta de ordenación de “viri probati”, hombres casados que han demostrado madurez en la fe y que podrían prestar este servicio en su comunidad. Siempre que en los últimos tiempos se habla de la escasez de vocaciones sacerdotales, salen a colación los “viri probati”, de los que parece haber una gran cantera, al menos sobre el papel. Como hacía notar el vaticanista John Allen en Crux: “Tras cubrir los sínodos de obispos durante más de veinte años, no recuerdo muchos en los que no surgiera la idea de los viri probati, no en la agenda oficial, pero sí en el ambiente”. Basta recordar el Sínodo sobre la Eucaristía en 2005, en el que obispos del Sur plantearon el problema de comunidades aisladas que quedaban sin sacerdotes por largos periodos de tiempo. Pero, tras el debate, la idea fue descartada y el Sínodo reafirmó el valor espiritual y pastoral del celibato sacerdotal. Lo nuevo sería que, en esta ocasión, el tema figura en el documento preparatorio. Pero el que una idea sea debatida no quiere decir que vaya a ser aprobada, hay en este momento unas 45.000 mujeres que son esclavas