Aires de mazapán

11 dic 2015 / 18:54 H.

Blanca y limpia navidad, llena de alegría, nostalgia y felicidad. La navidad envuelve el cariño en una suave tela, bañada entre algodones, donde el suavizante más concentrado es el amor hacia los demás. A veces falso y embustero, pero hasta el menos encantado celebra con ese espíritu bonachón estos aires de mazapán. La mesa está servida, y el trabajo realizado, dando gracias a Dios por la comida y por el ambiente endulzado. Todos esperamos algo, casi con impaciencia, sin saber qué. Unos reciben y otros no, pero la sensación permanece y la ilusión persiste como el aroma a las flores. ¿Por qué será que estas fiestas tienen algo especial que otras no? ¿Será el nacimiento del hijo de Dios? Puede ser la ternura y el encanto que el ambiente conlleva o las falsas esperanzas de un mundo mejor. Todos los años esperamos lo mismo en navidad, que suene la flauta, la pandereta y el tambor, aunque con el premio de la lotería nos conformamos, pero siempre les toca a otros y tienes que padecer sus alegrías en televisión, una y otra vez. ¿Por qué esta vida de miseria te ofrece algo que nunca llega? ¿Será el tan mencionado espíritu navideño? O quizás que los tiempos avanzan mientras tú retrocedes al son que te marcan apretándote el cinto.

¿Lo celebraremos con fibra y alimentos sin grasas saturadas, por aquello del colesterol que no avisa? No, haremos un paréntesis y que el colesterol respete estas fiestas. Todos a por el marisco, las buenas carnes y pescados, los más empachosos dulces y turrones que no degustamos el resto del año, aunque sigan ahí, a beber licores y cavas de las mejores marcas con denominación de origen. Luego vendrá el tío Paco, no, mejor que no venga, que se quede donde está, pero vendrá la típica frase, aquella que dice; “ahora a régimen para rebajar el peso ganado estas fiestas” pero ese peso es como el fiel desodorante, que nunca te abandona. Por fin, un año más volvemos a casa por navidad, y con esta frase parece que se venga de Alemania y quizás vengas de la casa de al lado, pero te hinchas el pecho de esa obra al ver que eres tan buen samaritano. Ahora, adopta esa sonrisa que no te caracteriza y engaña a tu corazón haciéndole creer que es más grande que un estadio de fútbol. Convéncelos a todos, bueno a todos no, a ti no puedes mentirte ya que bien sabes que no eres así, pero de momento, date esos buenos vientos de grandeza, también llamados... aires de mazapán.