A más pobreza, más ludopatía

    06 nov 2019 / 10:50 H.
    Ver comentarios

    Carlos III, ladrón de guante ilustrado, institucionalizó el juego del azar de la picaresca del Lazarillo, cuando, el 10 de diciembre de 1763, celebró el primer sorteo de la Lotería Nacional. El juego de azar se volvió sueño para una España hambrienta de pan y despensa, oneroso ingreso para las arcas del Reino, siempre vacías. Y, pasado el tiempo, quedaron en estas esquilmadas tierras, el tapete verde, la Lotería Nacional, la Bonoloto, la quiniela, las máquinas tragaperras, dinero fácil en la geografía del hambre. Juegos que, por bemoles, enjundiosas sumas dejan al Estado. La geografía del juego en Jaén es alarmante, dicen las estadísticas de esta tierra, tan rica la pobre. Tragaperras en bares y restaurantes, casas de juego duro en zonas céntricas, lejos o cerca de colegios; ludópatas por doquier escuchando la melodía de las máquinas. Algo tiene el agua cuando la bendicen. Hubo, ahora no sé, ni me importa, una Dirección General del Juego de la Junta de Andalucía, comandada por un jaenero de la protohistoria socialista, natural de Lahiguera, docente y edil de Génave. Por entonces, un tal Soriano, socialista de Villacarrillo fue director general de Terremotos. Y es que las desgracias llegan juntas siempre.

    Cartas de los Lectores