¿Zapatero II?

    09 ago 2019 / 10:33 H.

    Todos recordamos cuando las bases del PSOE celebraron, delante de la sede de su partido, la victoria en el día de las elecciones del 28 de abril. La victoria del partido y de Pedro Sánchez había generado una gran ilusión, la esperanza de que se entendería con las izquierdas a la izquierda de su partido. Él no estaba en contra de ese acercamiento y se distanciaba así de lo que habían hecho los anteriores secretarios generales. Las bases gritaban en aquella celebración “Con Ribera no”, oponiéndose a lo que siempre había deseado el aparato del partido. Y expresaban su rechazo a una posible alianza con Ciudadanos, que después de Vox es el partido más neoliberal de nuestro país. También gritaba aquella multitud el eslogan de Podemos “Sí se puede”, expresando así una y otra vez su deseo de una alianza con este partido de izquierda. La realidad en estos meses y en cuanto a la investidura fallida ha ido por unos derroteros bastantes alejados de esos deseos y esas esperanzas expresadas aquel día de celebración. Incluso se reparten injustamente a partes iguales las responsabilidades con respecto al fracaso, se equipara la responsabilidad de Podemos y del Partido Socialista. La cruda realidad es que el motivo de que la investidura no saliera adelante ha sido el giro del equipo de Pedro Sánchez que pasó de mostrarse favorable a oponerse frontalmente a ella.

    A pesar de lo que se ha repetido mil veces en la desmesurada campaña de descrédito contra Podemos, no han sido los sillones ni los ministerios lo que marcaba su posición negociadora, sino una serie de políticas muy concretas y de enorme importancia para frenar y resolver la crisis social. También se ha ocultado la enorme generosidad de Unidas Podemos a la hora de ceder en la negociación. No debemos olvidar lo que en su día sucedió con el candidato rebelde a la Secretaría General del PSOE, en oposición al candidato oficial José Bono. Aquel candidato, Zapatero, recibió los apoyos del ala izquierda del partido. Pero una vez en el gobierno se convirtió a la ideología promovida por el gran mundo empresarial en la órbita financiera y económica internacional, se transformó en un ortodoxo neoliberal. Siguiendo esta ideología y olvidando los principios básicos y estrategias del proyecto socialista, se recortaron impuestos, se promovió la reforma laboral, se llevaron a cabo los recortes y su apoyo electoral cayó en picado.

    Después ganaron las elecciones las derechas y se deterioró aún más la calidad de vida de la mayoría de la población ya que se expandieron aún más esas políticas neoliberales. Tales políticas trajeron como consecuencia el enorme enfado popular, y el movimiento del 15M del que surgió Podemos, que con Izquierda Unida se convirtió en dos años en la tercera fuerza política en nuestro país. El ascenso de Podemos propició la transformación del PSOE, sus bases se rebelaron frente al aparato y la dirección del partido. Consiguieron expulsar a la dirección provisional del partido y eligieron a Pedro Sánchez que lideraba la oposición contra el aparato. Él se movió a la izquierda, utilizaba incluso el discurso de Podemos. El giro a la izquierda de Sánchez ha resultado ser una gran esperanza y ha abierto grandes expectativas. Bajo su dirección fue capaz de detener la debacle electoral que sufría el partido.

    La pelota vuelve a estar en el tejado de las bases del PSOE, en el tejado de esos mismos militantes que ya se rebelaron contra los barones y la misma dirección de su partido. Ellos son los que deben recordarle a Pedro Sánchez todas y cada una de las promesas que hizo y movilizarse, como ya hicieron en su momento, para presionar de nuevo y que se acuerde de las palabras que dio como respuesta aquel día de celebración cuando sus votantes cantaban “Sí se puede”. Y esos militantes, acompañados de los sindicatos y los movimientos sociales, son los que deben presionar y recordarle al Partido Socialista su vocación negociadora y transformadora para que se establezca esa coalición sin precedentes pero necesaria para nuestra democracia, y que sirva para generalizar los derechos sociales, políticos, económicos y laborales para toda la población, además de redefinir lo que es nuestro país.