Zambomba
y chinchines

    11 dic 2021 / 16:34 H.
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    En aquella opaca época, en la que faltaba de todo, la economía doméstica había que desarrollarla hasta el límite. Nada de regalos porque estos costaban un dinero, y los bolsillos estaban sin perrasgordas ni chicas. La patulea de nenes, íbamos a los bares a recoger los tapones de las cervezas. Estos los aplanchetábamos con una piedra, le hacíamos un agujero en el centro, y eran ensartados en un alambre que podía del asa de una cubeta. El ruido navideño estaba más que asegurado. El pellejo del conejo o de la liebre, era la materia prima para hacer una zambomba. Los carrizos los cogíamos en la ribera del río. Con harina aguada, o resina pegajosa del almendro, pegábamos los rizos de papel de colores para adornar dicho instrumento. ¡Ea, a desgañitarse cantando aquellos villancicos pícaros, pero afectivos propios de la Natividad del Señor: “La vecina de enfrente llora y patea, porque todas se casan y ella se queda”. “En el Portal de Belén han entrado los ratones, y al pobre de San José le han roído los calzones”. Aquella Navidad en la que abundaba la pobreza sigue intacta en mi memoria, esa cinta magnetofónica que tenemos en la cabeza. ¡Ah! y mi felicitación navideña, en estos días de concordia, desprendimiento y amabilidad.

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