Zagales jaeneros

07 abr 2024 / 09:25 H.
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Decía “nuestra” Karina que buscando en el baúl de los recuerdos cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Volver la vista atrás es bueno a veces. Y ahí están las redes, ese reducto en el que vuelven a la vida esas visiones que permanecen en nuestra retina a pesar de que el tiempo las ha arrinconado entre las páginas de los almanaques. Renace el pasado más o menos cercano en páginas y grupos que se esfuerzan en no dejar que el avance del reloj deje sin el brillo que una vez nos deslumbró, a tantos rincones, personas, miradas o historias que siguen viviendo en esa neurona que siempre está de guardia. Uno de ellos, “Jaén Retro 80´s 90´s” nos deja una publicación que recoge las vivencias de todos los que fuimos jóvenes, o no tanto, en aquellos años. Y lo hace adjudicándonos un apelativo que nos rejuvenece hasta el punto de volver a aquella juventud que siempre se añora, aunque, siguiendo con Karina, tenemos mucho todavía por andar. El libro se titula “Cuando éramos zagales”, es decir, jóvenes, adolescentes, muchachos y muchachas. En aquel Jaén que se visita en cada una de sus páginas podemos estar sentados en nuestra mesa colegial egebera o en la de la taberna El Zurito, el Burger Tomás, el Bodegón, el pub Moët, el kiosco Las Palomas o el bar Sanatorio.

Alguien, a nuestro alrededor, quizá bebía una copita de Anís Castillo de Jaén o, tal vez, un Rossini en La Barra, y, claro, una Alcázar de las de siempre. Sabores que se mezclan con los olores y sonidos de nuestras calles y plazas, con el Mercado de San Francisco o de Peñamefécit, las teclas de la Academia San Francisco, el perfume de las galletas Cuétara o de la panadería La Colmena, el rumor del agua en la fuente de Coca de la Piñera o el de una casette que grabamos a duras penas de la radio.

Y nos acercábamos a Tejidos El Carmen con nuestra madre o a Tejidos Gangas sin olvidar a Furnieles o al recordado Simago, para, ya por la tarde festiva, darnos un garbeo por los cines cuyas carteleras nos atraían irremediablemente: el Darymelia antes de la peculiar reforma que lo redujo sensiblemente, el enorme y cosmopolita Asuán, donde empezamos también a tomar contacto con el teatro, quizá tras ver que nuestros padres llenaban aquellas butacas en tiempos de feria cuando llegaban las revistas y, muy especialmente, Zori, Santos y Codeso. Luego llegaron el Cervantes y el Alkázar y las dos salas de los Avenida. Desgraciadamente ninguno sobrevive. Solo el antiguo Pryca, que nunca ha perdido el nombre del todo, permanece con sus pantallas ahora vestidas de Carrefour. Dicen que el Alkázar está a punto de volver a abrir sus puertas. Ojalá que así sea. También cuentan los que todo lo saben que en nuevo Jaén Plaza se están preparando unos supercines en los que disfrutar de verdad de las películas. Hubo, también, cines de verano con sabor a pipas como el Auditorio, el Estadio o el Rosales. Incluso la Plaza de toros tuvo en tiempos una pantalla veraniega con las sillas en la arena. Y no olvidemos que el caballo de Cubero nos vigilaba mientras quizá nos embobaba el primer amor recién inaugurado o alquilábamos alguna peli no demasiado “tolerada” en el Videoclub Rodri. Fuimos zagales, en efecto, y quizá nunca hemos dejado de serlo. Volviendo a Karina: vivamos siempre con ilusión si cada día tiene diferente color...

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