Yo también juro

    08 dic 2019 / 11:15 H.
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    Dicen que hubo un tiempo ya lejano, o quizás tan solo imaginado, en el que un sencillo a la par que sincero apretón de manos entre dos prójimos bastaba para sellar un compromiso, cerrar un trato, atenerse a unos comportamientos, respetar la palabra dada y cumplir lo pactado. Pero esa fórmula magistral e inmaculada, si alguna vez existió que lo dudo, no ya por el propio escepticismo adquirido, sino por la evidente vulnerabilidad del ser humano en cuanto a sus promesas y juramentos a través de su existencia —pues solo hay que contemplar nuestra historia universal para constatarlo— , digo que, ese acto ha estado sublimado muchas veces por aquellos que precisamente lo han quebrantado y por aquellos que son menos que sus palabras, así que puede ser que casi todos seamos iguales en la verdad y en nuestras mentiras. No te escuches de los voceros, como dice el tango, ni tan siquiera de mis palabritas de miel te fíes, pues aún te quiero, porque las flores que hoy te llevo, mañana te las marchito, viejita mía, no más por estar iluminado, sino porque soy viejito y sé de tu corazón y el mío. Así vamos respirando, oyendo lo que nos parece y callando lo que sentimos. Bueno, a lo peor estoy diciendo algo que ya sabíamos todos, pero a mí no me importa repetirlo en este papel, soy un plagio de ustedes. Dicho esto, y puesto que hoy todos estamos “inmaculados”, me hallo en la perplejidad de oír a nuestros políticos democráticos jurar y prometer, aderezando sus lealtades constitucionales y por supuesto patrióticas, con mensajes complementarios que son como un “sí, pero depende”. Visto lo visto, yo también juro, y me comprometo a decir y a hacer, y pongo la mano que mece la cuna y toca la guitarra en la tuna, sobre la Biblia, el Corán, la panza de Buda, y el billete de dólar. En consecuencia, estoy dispuesto a decir, y lo digo, que puedo prometer y prometo, que Jaén es Jaén, que no es no, que si es si, que hay ceros patateros, que Teruel existe y que Guadalajara es un reino, y ya puestos, en un alarde de sinceridad, les tengo que comunicar que aquí donde me leen, me confieso como un mortal “guantanamera”, es decir, un hombre sincero de donde crece la palma. Esto que quede entre nosotros. Y después de estas palabras tan trascendentales y sinceras, y encontrándonos en estas fechas tan señaladas, me dispongo a montar un Belén lleno de judíos y palestinos, con sus pastorcillos de comisiones obreras, y sus lavanderas de plástico reciclable, sin olvidar por supuesto a las monarquías reinantes que saben siempre donde están sus” camellos” y su pajes funcionarios de carrera, y si por suerte para ustedes encuentran en este maravilloso nacimiento, la simpática figura de un “caganer”, celebren con una sonrisa su hallazgo, porque están viendo un acto de ineludible sinceridad. Pues a jurar toca.

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