Yo, político

30 abr 2019 / 12:23 H.

Yo, político, me dirijo a ti, elector. Pero no te preocupes. Por una vez no estoy aquí para reclamar tu voto. Ya ha pasado, de hecho, la jornada electoral, y no quiero reprocharte nada si es que has optado por elegir a mis rivales. Aunque también es posible que hayas decidido respaldar nuestra marca electoral. En ese caso imagino que te habrás dejado seducir por la elaborada y brillante publicidad de nuestros anuncios. Han sido muchos los consumidores ideológicos que han decidido adquirir el “pack” completo de nuestro surtido de productos electorales, confeccionados para satisfacer los paladares más exigentes a través de un amplio catálogo diseñado con propuestas modernas y prácticas de soluciones de última moda para los problemas de toda la vida (paro, desigualdad, cohesión territorial, impuestos, libertades, sanidad, educación...). Te agradecemos tu confianza por convertirnos en una de las cinco marcas punteras del mercado y te recomendamos que leas atentamente las instrucciones (que aparecen en nuestro programa electoral) para sacar el mayor rendimiento y disfrutar al máximo, del “pack” completo recién adquirido, a lo largo de la legislatura. No olvides mirar la fecha de caducidad para que nos consumas en óptimas condiciones. Las ideologías, tan frescas y saludables cuando están recién elaboradas, pueden corromperse fácilmente con el paso del tiempo. Por eso fijamos un tope máximo de cuatro años para todos nuestros productos, y más allá de esa fecha no garantizamos su salubridad democrática. Por todo ello, déjame que te aconseje que no confíes del todo en la pureza de nuestras elaboraciones, pues contienen colorantes y edulcorantes artificiales. De hecho debo confesar que yo, a raíz de un incidente, llegué a dudar acerca de la bondad de nuestros propios productos.

Ocurrió en mitad de un debate electoral televisado en directo ante millones de espectadores que estaban pendientes de mi combativa argumentación para rebatir las razones esgrimidas por mi rival. Yo estaba aguantando bastante bien el combate, mis dardos dialécticos hacían blanco una y otra vez en la línea de flotación de mi enemigo, mi rival me atacaba con sólidos argumentos, pero yo, con la agilidad que me caracteriza, esquivaba sus fuertes críticas y contraatacaba con agresivas réplicas que estuvieron a punto de noquearle, y en mitad de un intercambio de estadísticas, mi adversario expuso una idea contraria a las directrices de mi partido y, sin embargo, la defendía de un modo tan vehemente y tan razonable que no tuve más remedio que pronunciar las famosas palabras que se han hecho virales en las redes: En aquel momento ante el asombro de todos, miré fijamente a mi rival y le dije “es verdad, tienes razón, yo estoy equivocado”. Inmediatamente se detuvo el programa, nadie sabía cómo reaccionar. Mi contrincante se puso muy nervioso y me tachó de trásfuga e insinuó que mi comportamiento debía obedecer a algún tipo de estrategia. Por supuesto, el moderador me obligó a rectificar y yo volví a debatir contundentemente para alivio de los confusos espectadores. En fin, de este modo las aguas volvieron a su cauce y los electores tuvieron opciones diversas a las que poder votar. Y por eso, ahora yo, político, me dirijo a ti, elector, para pedirte perdón y asegurarte que algo así no volverá a pasar nunca más.