Yo, me, mi, conmigo

    01 jun 2023 / 09:48 H.
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    Saturnino García Serrano —mejor, Saturno— es un amigo nonagenario que cuando habla le sube un duro al pan. Medio en serio, medio en broma, sus frases son adagios que inquietan e invitan a la meditación. Parece como si hubiera heredado los atributos astrológicos del dios grecorromano del mismo nombre (paternidad, actitud responsable, autoridad, límite de las cosas, normas de actuación...). Sirva de ejemplo lo ocurrido en la villa de Frailes, el pasado año, en un acto de Diario JAÉN, que distinguió a colectivos y personajes por méritos diversos. Cuando le llegó a nuestro amigo el turno de la palabra, dijo algo así: “Como los que han hablado antes se han echado flores a sí mismos, yo haré lo propio... Mis primeras letras las aprendí guardando cabras... Los estudios medios, por esos caminos trapicheando... Los superiores en la universidad de la Martina...”. A su espontánea e irónica intervención siguieron aplausos, sonrisas y carcajadas. Pero detrás de la divertida escena, se nos ofrecía en bandeja la denuncia del egoísmo, tan antiguo como la Humanidad. Yo, me, mi, conmigo... “Yo soy... me he comportado de una forma excelente... mi preparación es soberbia... conmigo encontrarás lo que buscas...”. La egolatría está tan arraigada, que es difícil separarla de nuestra identidad y existencia. En más de un momento, por el placer de concluir, he intentado averiguar el porcentaje de veces que fulano o zutano, tan famosos ellos, han incurrido en esta flaqueza. Y puede asegurarse que, en bastantes ocasiones, rayan el escándalo. Los más avispados intentan desusar el “yo”, pero se les ve el plumero cuando acuden al “me, mi, conmigo”. Creo que llevan razón los que justifican el hecho en la mismísima debilidad humana, sujeta a la incertidumbre. O en aquellas otras situaciones ancestrales, rebosantes de dilemas y fluctuaciones, de las que se da buena cuenta en las milenarias lecturas sagradas, con aspiraciones superbas de lograr las excelsitudes de los seres supremos. El egocentrismo también tiene plural y los colectivos sufren, igualmente, sus consecuencias, pero parece como si su uso (pronombres personales de primera persona, nosotros, nosotras, nos...) fuera más tenue y tolerable.

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