Ya se presiente...
Ya se presiente el son, la melodía, ya se nota el dulce tintineo en los viejos varales, los flecos que se mecen, el incienso que vuela, las velas encendidas en las tulipas quietas.
La tarde estremecida de rojos y granates, y anaranjados tonos cubriendo el firmamento con una colcha suave, leve, deshaciéndose el sol recostado sobre el horizonte. Ya se presiente ese viernes distinto, que abre la puerta a unos días diferentes, donde el sentimiento se derrama como un poema dulce, entre las lágrimas de una dolorosa, que riega sus mejillas, con su pena, como si una rosa blanca hubiera posado sus pétalos sobre su faz dolorida. Abril se ha despertado en tu regazo, en ese corazón que llevas traspasado entre las níveas manos que lo sujetan.
El arrullo de abril te acompaña y se hace voz en tus hijos que llevan tus dolores, la pena que ha estampado en tu alma el frío desconsuelo, el espacio vacío, el negro palpitar del más triste momento.
En los varales sus hombros equilibran ese aciago espacio donde las lágrimas empañando tus ojos ya no ven el sendero. Pero ellos, no dejarán que tu soledad lata en tu corazón como un compás lúgubre y sombrío. Acompañan tus pasos y te conducen por esas calles para aliviar tu pena, y que tus dolores puedan menguar y tu aflicción se aleje, como la gris tormenta cuando abandona la ciudad y pasa.
Ya se presiente tu consuelo callado, ese lugar entre el dolor y la calma, el sabor amargo y el despertar de una dulce marcha que toca para ti, mientras los instrumentos intentan no dejarse llevar y ejecutan tiernos compases de primavera.
Ya se presiente tu aroma de clavel, tu solo de jazmín, tu llanto de cristal, el nardo que ha venido a instalarse sobre el delicado tacto de tus mejillas.
Pero también ese tono de verde sinfonía, esa luz que palpita en el umbral de tus sentidos, en el atardecer de tus suspiros, con la armonía de una experiencia que encuentra la mejor solución, la suave sensación que se puede percibir y transmitir, entre el llanto y la gracia, el sabor amargo y la dulzura, el aciago momento y la ternura, el sollozo sonoro y la sonrisa alada, esa verde expresión de la confianza.
Ya se presiente el son, la melodía... de un viernes que abre puertas al sonoro compás de la esperanza.
Déjame que te cante, en tus tristes dolores, este dulce sentir de tus latidos, este compás que aflora de mi alma cuando te veo pasar y me pareces un lirio florecido. Como una flor del valle es tu claro semblante, que pasa tiernamente en ese susurrar de tus gemidos. Mañana estaré contigo, en el aroma grato de las flores, en los suaves flecos de tu palio rojo, en el metálico son de tus varales, en tu manto de negro terciopelo, en las viejas horquillas que se clavan en tierra, arrodillando sus pies, para que tú descanses, en tus pasos sobre el frío pavimento donde los adoquines se rinden a ti. En el tambor que toca, en la flauta que canta, o en la campana que anuncia tu llegada. En la calle que espera tu luz de inmaculada, en la plaza que aguarda, en la fuente que calla, en la tarde serena, en la noche enlutada. En el aroma suave del incienso que vuela hacia ti columpiando el brillante turíbulo su alma.
Estaré entre la gente componiendo un año más un poema de versos al brillante color de tu mirada.
Ya se presiente el son, la melodía, la tarde rosa que escapa en los tejados, el susurro de la primavera, el compás, el quejío en los balcones...
Ya se presiente el saxofón que llora, el fagot que suspira... mientras pasa la tarde.