Ya se alejó la nube tormentosa

    05 jul 2024 / 09:30 H.
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    Esos verdes olivares, esas montañas azules... Volvieron a sentir la luz del astro rey como un baño de luz, después del gris que los cubría, del color de la plata se pintaron las nubes, el cielo era un combate entre la claridad y el ceniciento tono de la tiniebla. Una explosión de luces en forma de árboles secos, que parecían herir al cielo rompiendo el suave terciopelo de su textura, retorciendo sus ramas o como un zigzag que, cayendo emergían sobre el oscuro firmamento de la noche, se desplomaban sobre la tierra sin miramiento alguno. Una gran discusión de voces, gritos y singulares sonidos se dejaba escuchar, antes de que la aurora llegara derramando su tul de luz alada.

    Y Jaén se dejaba llevar, no podía hacer nada, las voces se erigían desde la altura donde la cruz se eleva, los blancos destellos se abatían sobre las viejas piedras, queriendo atravesar los muros y colarse por cualquier hueco y entrando, sorprender con su furia los rincones callados. El viento aullaba cómplice de la tempestad, descargaba su bramido sobre las copas de los árboles zarandeando sus ramas. Todo era un inconmensurable estruendo de voces y alaridos, de luces intermitentes, queriendo provocar el terror de sus manos en la noche, que había escondido la serenidad de las estrellas en un cofre oculto a la vista de todos. La pesadilla siguió proclamando su fuerza durante largo rato, mas debía acabar porque siempre llega la calma, se borran los negros nubarrones, se apagan los lamentos... El cielo se abría alejando las nubes, el azul de la mañana recién amanecida volvía a brillar de nuevo. El sol besaba los tejados dejándose caer sobre la ciudad calmada ya de tanto alboroto. Los árboles recuperaban su forma, las aves volaban serenas con sus alegres trinos armónicos y suaves. La lluvia detenía su transparente y fuerte llanto sobre la urbe que, calada hasta los huesos, saboreaba el frescor que anidaba en sus jardines, calles y rincones. Ya había pasado todo... y el verano neonato volvía a conquistar la batalla, el calor, poco a poco, se recuperaba plácidamente y como de puntillas, atravesaba otra vez con su fuego los jaeneros espacios. Esos verdes olivares, esas montañas azules, del jardín la suave rosa... Ya se alejó sobre el cielo esa nube tormentosa.

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