Ya es hora
Para las buenas noticias, cualquier día y cualquier hora son buenos. Por desgracia parece que hay más días y muchas más horas que buenas noticias, pero cuando llegan hay que saber valorarlas y celebrarlas, sobre todo si nos afectan directamente. Por ejemplo, llegó la hora de que los aficionados puedan hablar del Real Jaén, en un tono más sereno, más tranquilo, tratando de superar poco a poco las pesadillas del pasado. Tomás Membrado y su equipo rector están poniendo sosiego y haciendo comprender que las cosas del Real Jaén son tan complicadas que hay que llevarlas despacio, paso a paso. Y parece que va calando en el sentir del aficionado, y también debería calar en los jiennenses que no son aficionados, porque como dice su eslogan en esta tarea “todos sumamos”. Algo muy distinto a lo que hicieron en ocasiones otros rectores, que restaron todo lo que pudieron. Y para el presidente del Real Jaén ya es hora de que esa suma empiece a surtir efectos prácticos e ilusionantes. Todo esto es tan importante como lógico, porque el club no debe ser responsabilidad solamente de unos pocos. Lo que nadie esperaba es que la ministra de Empleo y Seguridad Social rompiese su silencio para decir a los cuatro vientos que ya es hora de que suban los sueldos de los trabajadores. ¡Menudo aldabonazo! Para no pocos empresarios, sobre todo para Juan Rossell, presidente de la CEOE, este hecho le ha impactado en mitad de la cabeza. Rossell piensa que aún no es hora, es más, lo que yo creo que en el fondo parece que piensa que esa hora no debe llegar nunca. Fátima Báñez asegura que el crecimiento económico del país ya permite una mejora salarial que adecente la economía de obreros y empleados. Y lo ha dicho abiertamente, sin esperar, como hace el ministro Montoro para dar sus zanahorias, a que las elecciones estén próximas. Si nos pusiéramos a reflexionar en profundidad, nos daríamos cuenta de que en España es ya hora de muchas cosas, pero o los relojes no marchan bien o quienes tienen que leer la hora no entienden de reloj. Aquí todo lo dejamos para más adelante, nos lo tomamos con tranquilidad y ese tiempo perdido causa mucho dolor a los más débiles, a los más necesitados. A veces, si el problema es acuciante y no se puede esconder, se echa mano de una chapuza y se deja esperando que llegue su hora y el momento.