Y tal y tal...

30 jul 2019 / 09:01 H.

En la noche del pasado sábado me sorprendió ver en la televisión un programa en recuerdo de Jesús Gil y Gil, con motivo de haberse cumplido 15 años de su muerte. Y me sorprendió porque ya no me acordaba de él, a pesar de que fue un hombre importante que dio mucho de qué hablar —sobre todo malo— y que se apuntaba a todo lo que pudiera verse en los periódicos y en las televisiones y le permitiera el dinero fácil. Es curioso, a mi me hablan de José María el Tempranillo y sé quien era a pesar de los muchos años que han pasado, o del Cencerro, a quien mató la Guardia Civil hace ya más de 70 años. Eran ladrones que adquirieron fama y, quizás porque entonces había menos ladrones, sus nombres se recuerdan más. Pero en estos tiempos, hay tantos corruptos que su fama pronto es borrada por otro nuevo. Es verdad que Jesús Gil era un individuo diferente, con una personalidad muy suya y una cara más suya todavía que no le impedía tratar de conseguir con las mañas que fueran precisas lo que se proponía. Tuvo una carrera vertiginosa que le hizo pronto muy popular, primero como presidente del Atlético de Madrid y, después, donde sentó cátedra de pillería fue en el campo más propicio para ello, la política. Fundó su propio partido, GIL —Grupo Independiente Liberal— y fue durante varios años alcalde de Marbella, cuya ciudad convirtió en el feudo para llevar a cabo sus no pocas corruptelas. Él y varios de sus bien aleccionados lacayos tuvieron que ajustar cuentas con la justicia y pasaron un tiempo en la cárcel. Jesús Gil fue un mal ejemplo en casi todo. Tuvo problemas con la ley como empresario y fue un hombre agresivo, comprometedor, que no tenía pelos en la lengua a la hora de insultar. Hizo muy famosa esa coletilla con la que intentaba terminar sus explicaciones sin explicar nada. Entonces terminaba diciendo aquello de “tal y tal” y así se aclaraba todo. A pesar de que dejó un triste y lamentable recuerdo, yo no olvido un detalle muy bonito que tuvo con el Real Jaén cuando, en 1989, ofreció al Atlético de Madrid para jugar en el partido homenaje a David Ordóñez, enfrentándose al Sevilla en el viejo Estadio de la Victoria. Ese día le conocí y le saludé personalmente en el palco presidencial. Y simpático sí que sabía ser. Y, en esta ocasión, también fue generoso. Hay que ser justos y darle al César lo que es del César.