Y Jaén saldrá del armario

29 jun 2019 / 12:49 H.

Hay territorios que pintan y otros que se desdibujan sobre el terreno, por más que queden pintorescos, ofrecen unas buenas panorámicas y poco más. Como provincia meritoria, en edad de merecer, estamos a la búsqueda de un papel que nos consagre en el escenario político de la propia comunidad andaluza y, dispuestos a soñar, con una representación estelar en los teatros madrileños. “La, la, Land”. Levantando la mano y presentándonos a todos los “castings” en busca de una oportunidad para mostrar el potencial acumulado. Mientras tanto, a unas largas horas en tren, en los pasillos del Congreso se dirimen los apoyos para formar Gobierno y se comprueba que nada cambia sobre el escenario, los partidos nacionalistas, con sus distintas pieles, mantienen su cuota del guion desde la primera escena. Personajes imprescindibles. Así que nada debe extrañar que a la hora de perpetrar el presupuesto se premie su permanente estado de gracia. Esta jodida España asimétrica está trazada a tirones y así lucen después las inversiones en función de quién da el golpe en la mesa. Esta semana, en nuestro rosario de plegarias no atendidas, ocupa una cuenta destacada el tren, su ausencia prolongada. Es vieja la temática, podría, incluso, convertirse en género periodístico o narrativo, elegías al tren.

Desterrado del territorio por la política, su muerte en vida es una crónica negra escrita al trantrán en las últimas décadas. Ahora sufrimos un berrinche pasajero, el enésimo, al comparar el dibujo de las líneas de AVE que nos circundan, en concreto la ruta granadina. Dejan su huella de futuro y nos bordean con trazo firme y comenzamos a preguntarnos de forma retórica, ¿por qué? Todo se explica en un agrio cóctel de política, inversiones, orografía, dejadez, coste y una variable que es difícil de cuantificar pero que manejan en la toma de decisiones: nuestra docilidad.

El contraste doloso que hoy recluta “viajeros” indignados a lomos de redes sociales es un cabreo puntual, digital y con recorrido corto. Luego volvemos a nuestras pinturas partidistas, que nos darán sentido de pertenencia pero que impiden hacer causa común en este territorio comanche, cada vez con menos plumas y con menos indios por aquello de la sangría demográfica en busca de territorios más fértiles. Nómadas por decreto ley.

El tren, que tuvo un peso extraordinario en este territorio, se convirtió en leyenda una vez que el trazado del AVE a Sevilla priorizó otro recorrido y los fastos de la alta velocidad se olvidaron de la clase media. Otros recorridos, viejas líneas, tan necesarias, pero con menos tronío que domaban los campos de olivares y hacían la vida más fácil a los del terruño.

Como en “Asesinato en el Orient Express”, todos tenían interés en matar al protagonista, aunque aquí quien es asesinado en lentísimo plano secuencia sea el propio servicio y todos, de una forma u otra, estemos implicados. El principal sospechoso es una clase política, quizá acostumbrada a coche oficial y, luego, claro, a viajar en AVE, que permitió un peligroso “dejar hacer”. Mientras se cometía tan histórica fechoría, la sociedad jiennense, en pasaje de segunda, se distraía en la ventana, otra vez con el dichoso paisaje.

Hoy juramos en arameo, lamentamos nuestro ostracismo, nuestro papel recurrente en esta “España arrinconada”, cariacontecidos en un rol de subalternos históricos. Encasillados. El alcalde de Jaén, Julio Millán, pidió ayer en pleno a los grupos políticos apoyo para impulsar una marcha reivindicativa contra el aislamiento ferroviario de la provincia y, por extensión, de esta capital en tierra de nadie. Pide el apoyo de la ciudadanía para el próximo 14 de julio en una caravana de coches hasta las Navas de Tolosa. Esperemos que en esta reconquista contra los herejes contemos con toda la tropa y las bendiciones de unos partidos (PSOE y PP) que durante tanto tiempo se pusieron de perfil cada vez que, en los últimos tiempos, la sociedad civil le daba por levantar la voz. Será por una cuestión de orgullo que, algún día, Jaén salga de su particular armario. A pesar de todo.